Silvia tenía que salir antes de su farmacia y dejar a su hermano y socio
para que cerrara él. La señora Cojaba, cuyo nombre significa “estrella”, la
había invitado a la inauguración de la mikve de
Barracas, situada en la calle Azara, una suerte de spa donde se realiza un
ritual hebraico. Hasta el momento, las mujeres judías del barrio que querían tener
su baño ritual, tenían que dirigirse a las mikvaot (plural de mikve) de Once.
Ahora había un baño cerca de la comunidad. A Silvia la ortodoxia no le interesó
jamás, pero tenía muchos clientes de la comunidad judía religiosa del barrio y
todos siempre se portaron muy bien con ella. Especialmente Cojaba, una señora
bastante joven que contaba en ese entonces con trece hijos y ya tiene varios
nietos. Esposa de un rabino, ortodoxa de cuna y sumamente erudita en su metier.
Hija de una judía argelina que nació en el seno de una familia liberal y un
buen día dejó el continente africano para estudiar en una Yeshivá de París. La Yeshivá es un lugar donde se estudia Torá, el libro sagrado de los judíos, que
coincide con los cinco libros del Pentateuco: Génesis (Bereshit), Éxodo (Shemot), Levítico (Vaykrá), Números
(Bemidvar) y Deuteronomio (Devarim). Yael quiso acompañar a su madre Silvia a
la inauguración de la mikve, un poco por curiosidad y otro poco para zafar de
una reunión organizativa del viaje de egresados a Bariloche.
Ese día, en el medio de las charlas y el ágape, se realizó un sorteo.
Cojaba sacó un numerito para ver quién se ganaba el primer turno en la mivke. Salió el número de Yael. Todas las presentes se rieron porque la joven
era soltera y el premio no le sirvía. Las mujeres ortodoxas van a la mikve al finalizar el período menstrual y antes
de reencontrarse sexualmente con sus esposos. Inmediatamente, Cojaba se apresuró
para cambiarle el premio por unos repasadores y volver a sortear.
…
La religión judía tiene tres
distintas vertientes: el judaísmo ortodoxo, el conservador y el reformista. El
movimiento reformista, o judaísmo liberal, fue creado en Alemania en el siglo
XIX como un intento de adaptarse a los cambios sociales producidos por la Modernidad. La
tendencia liberal se trasladó posteriormente a Estados Unidos. El movimiento
conservador se estableció en la segunda mitad del siglo XIX. Sus fundadores no
querían identificarse con la ortodoxia, que juzgaban anacrónica. Tampoco
acordaban con el reformismo, que cambió de forma radical la religión. Los
conservadores fijaron para ellos cinco principios: el cumplimiento de los
preceptos positivos, es decir, aquellos que hay que realizar; el hebreo como
lengua de rezo; el cuidado del kashrut
(es decir, qué y cómo se puede comer); el shabat
(sábado) como día de descanso y la creencia en el día de la redención. El movimiento
ortodoxo sostiene la creencia de que Dios otorgó al pueblo judío la Torá
escrita y condujo al proceso de la
Torá oral, es
decir, la interpretación. El principio fundamental es el cuidado riguroso de
las leyes del Shulján Haruj, un libro
compilado por el rabino Iosef Caro en la ciudad de Safed (Norte del actual
territorio israelí) en el siglo XVI, que contiene las principales leyes judías
y los 613 preceptos. También se lo llama Halajá.
La principal tendencia conservadora o liberal en Argentina se consolidó
institucionalmente en 1962, cuando el rabino estadounidense Marshall T. Meyer
fundó el Seminario Rabínico Latinoamericano. Es el lugar donde se forman los
rabinos conservadores y reformistas argentinos y, desde hace aproximadamente
veinte años, también rabinas.
Habría que desmitificar una serie de
prejuicios sobre el judaísmo. En primer lugar, la idea de que el sexo sólo es
para concebir. En segundo lugar, y en consecuencia, el mito de la sábana que
separa los cuerpos de las parejas y que sólo permite la penetración a través de
un orificio.
Según el enfoque de Jabad Lubavitch,
un movimiento judaico internacional deudor del jasidismo del siglo XVII y
XVIII, no existe tal cosa como la cultura “judeo-cristiana”. La visión del sexo
como impulso maligno y la idea de pasión como Dios supremo es rechazada por el
dogma judío ortodoxo. En el contrato matrimonial está estipulado que el esposo
debe satisfacer las necesidades sexuales de la esposa. “El placer sexual de la
mujer no constituye un tabú, sino su derecho dentro del matrimonio.” Uno de los
argumentos que esgrime Jabad Lubavitch es la etimología de los términos
hebreos. El primer hombre fue llamado “Adám” porque fue creado de la “Adamá”
(tierra o suelo) y la traducción se mantiene casi idéntica. Sin embargo, Eva no
guarda relación con el original hebreo “Javá”: “Eva se deriva del término oeff’, palabra que en inglés antiguo
significa mal.” Jabad Lubavitch ve en esto una asociación con la idea de
pecado, tentación y ulterior caída. Sin embargo, Javá viene de la raíz “jai”, que significa vida. La ortodoxia
judía considera que la perspectiva romántica del matrimonio ha sido
tergiversada por la idea de una supuesta moral judeocristiana que no sería tal.
No obstante, existe en el judaísmo más religioso cierta noción de santidad de
la relación física en el marco del matrimonio. Los modos de vida contemporáneos
y heterodoxos pondrían en riesgo esa idea de santidad. La perspectiva de
Lubavitch y de la ortodoxia en general no se considera legataria de lo que
llaman “cultura occidental y cristiana” y en ese ámbito es donde entraría el
rechazo a la idea de tentación carnal. El sexo es sagrado pero sólo al interior
del matrimonio. Pero incluso la sexualidad tiene sus protocolos.
…
Fabiana no siempre fue religiosa. Durante
muchos años, vivió el judaísmo de manera liberal. Cursó el profesorado de
inglés, aprendió canto y buscó respuestas a sus preguntas en todas las
disciplinas esotéricas disponibles en Buenos Aires. Un día descubrió que el judaísmo
tenía respuestas a todos sus interrogantes (respuestas tentativas, como lo son
todas, pero con siglos de aceptación) y eligió la ortodoxia como modo de vida.
Se casó, tuvo cinco hijos. En el barrio de Barracas es conocida por su hermosa
voz. Doce años después de la inauguración de la mikve del barrio, en donde ella cantó, Yael le golpea la puerta y
ella la recibe con café y rosquitas. Primero que nada, le enseña a distinguir
entre las miztvot, es decir, los
preceptos, y el jok, o sea, la ley.
La ley no tiene explicación, se basa en la fe. La tebilá (es decir, el ritual que se realiza en la mikve), si bien forma parte de otras mitzvot, es más bien un jok. No es tan clara su prescripción
como en el caso del kashrut.
–La tebilá
es un método preventivo que la ciencia hoy apoya. –asegura–. Impone a la pareja cinco días sin contacto
durante la menstruación. Ni siquiera sentarse juntos. Se establece una relación
de amistad, lejos del hastío de la cercanía permanente.
La noción de matrimonio judío se
basa en la idea de reencuentro de dos almas que se originan en el shamaim (cielo) y que cuando advienen a
la vida, se separan. La boda es ese reencuentro y estos siete días reactualizan
ese tiempo de separación. Son jornadas de renovación de ganas para que la unión
sea más dulce.
Después de los cinco días de
menstruación, vienen los siete días de purificación, llamados “días blancos”. Durante
ese tiempo, que corresponde a la reconstrucción del endometrio, la mujer se
hace una serie de revisaciones llamadas Bediká.
No se mantienen relaciones durante esos días, lo que evita que quede alguna
herida abierta. La revisación última se llama Efsek Tahará, que viene de tahor,
es decir, puro. Esta revisación se hace antes de la caída del sol.
–A la mikve
se va sin nada –cuenta Fabiana–. Hay una mujer, la balanit, que controla que no tengas ni una sola uña larga, ni un
anillo, ni un poco de rimmel. No te mira exhaustivamente, pero chequea que todo
esté ok, te da la toalla y te acompaña hasta el agua.
Está en cada uno ser riguroso: “Todo
depende de cuánta ir hat shamaim
tenés, o sea, ‘temor al cielo’. Cuánto más temor al cielo, mejor persona sos,
porque este temor reemplaza todos los otros miedos posibles.” La tebilá consiste en una serie de inmersiones.
El objetivo también es relajarse y salir de la rutina, lograr que te rodee toda
el agua. Se dice una berajá
(bendición) después de la primera inmersión y se continúa con otras seis.
Finalmente, al salir del agua y cubrirse con una toalla, se pide por los hijos,
por el hogar, por el marido, por algún enfermo en proceso de sanación, etc. Es
un momento de mucha santidad. Tanto, dice Fabiana, que en el siglo XIX, en
Rusia, muchos lo hacían en aguas naturales y al aire libre. “Al finalizar el
ritual, se tiene el sentimiento de lo que puede ser el mundo venidero. Esto se
debe a que el cuerpo de la mujer es un potencial creador que se asocia con Dios
para dar vida. Si el óvulo no fecunda, es una pérdida de vida. Por eso se
considera la sangre menstrual como impura, y no por la idea de suciedad.”
La tebilá es un ritual que se realiza “sin relojes”. El tiempo que
corre debe quedar afuera para lograr la relajación más completa posible. Según
Fabiana, la construcción de la mikve
es más importante que la de una sinagoga, porque constituye la santidad del
pueblo judío: si la mujer no realiza el ritual, no puede reencontrarse con el
marido ni concebir. Es una ley que no se puede explicar ni comprender con el
intelecto. Es algo que hay que hacer para poder sentir: “Nuestra frase para
eso, que se aplica a muchos aspectos de la tradición, es ‘Naasé ve nishma’; está tomada del libro de Éxodo y significa “haremos y escucharemos”. Primero se lleva a cabo
la ley y luego se entiende el por qué. En esto radica nuestro libre albedrío.”
…
Yael acampó junto con sus pares en el Monte Guilboa, cerca del lago
Tiberias, que en hebreo se dice Kineret. Sus aguas son azules y el movimiento
parece el de un mar, pero es un lago. El día que fueron de excursión al
Kineret, Yael se metió con las Topper blancas porque la orilla estaba llena de
piedras y antes de salir de su única inmersión, se llenó una botellita con agua
de recuerdo. Pero era un lago, no un mar. Y la tebilá se hace en aguas
corrientes.
Para evitar ardores genitales en el Mar Muerto, Yael procuró no abrir
mucho las piernas. En todo Israel procuró no abrir mucho las piernas por si
daba vueltas el Espíritu Santo (Yael no cree en brujas pero que las hay, las
hay). De todos modos, Nazareth no estaba en el recorrido turístico. Lástima. A
ella le fascinan las iglesias ajenas y además, es una de las ciudades israelíes
con mayor población árabe, así que se debe comer muy bien. Si tuviera que
reflexionar sobre las veces en que sin pretenderlo, hubiera cumplido con el
ritual de la mikve, no sería el caso del Mar Muerto, porque
sumergirse ahí es imposible, so pena de un ardor de ojos colosal. De todos
modos, Yael se metió, se sacó fotos, intentó alguna pose flotando en esas aguas
que parecen aceite y sin tener en cuenta que la flotación le impediría tener
total autonomía sobre sus movimientos, tuvo algunos percances: padeció unas gotitas
de agua salada en el ojo, que no se podía limpiar poque tenía las manos mojadas
con la misma agua. Se la bancó. Cuando salió, se le curaron algunos callos de
los pies. De ahí también se llevó una botellita y hasta probó del líquido unos
años después para ver si sentía la sal. Se sentía.
En el río Jordán hizo remo pero el bote dio vueltas sobre su propio eje.
Tarde y con grandes esfuerzos, llegó al final del trayecto con sus compañeros y
se olvidó de elongar los brazos, pero no de traerse una botellita con agua del
río en donde bautizaron a Jesús. No se sumergió en las aguas, no estaba
previsto.
…
Las palabras de Fabiana convencieron
a Yael por su coherencia, pero como la joven tiene una inclinación heterodoxa, necesita
que algún rabino conservador o reformista la oriente. Se dirige a la comunidad
Amijai de Belgrano, ubicada en Arribeños 2355, en pleno barrio chino. La recibe
el Rabino Alejandro Avruj.
– ¿Cuál sería el origen de esta práctica?
– El ritual de la mikve es uno de los más antiguos que tiene el pueblo judío. El agua
está profundamente asociada no sólo a la tradición judía sino a una cantidad de
culturas en todo lo que concierne a la purificación, la espiritualidad y el
renacimiento. Inicialmente tiene que ver con la idea de la renovación. El agua
es el único elemento que aparece en el libro del Génesis que indica cómo era el
mundo anterior al mundo. El primero de los versículos dice: En el comienzo de la Creación de Dios, todo el
universo, estaba en medio de la oscuridad, en medio de un caos revuelto, y la
oscuridad se cernía sobre el abismo. Y el espíritu de Dios se cernía sobre las
aguas.” Es el único elemento que aparece: una especie de mar gigantesco
revuelto en la oscuridad y caótico, donde Dios comienza a poner claridad, luz,
orden. Así como se sabe científicamente que el origen de la vida nace en el
agua, según la Biblia
también: el primer ser vivo que aparece en la tradición del génesis son los
peces, y de allí salieron los reptiles y de allí salieron las aves. Todo lo que
tiene que ver con el mundo de la ciencia, ya lo dice el génesis hace varios
milenios. El agua está profundamente asociada con el nacimiento y el
renacimiento. La tebilá en la mikve es un ritual que se utiliza para una
cantidad de momentos relacionados con nuevos comienzos.
– ¿De dónde viene la palabra mikve?
– De Mikvá,
que es el lugar donde se unen las aguas, que a su vez viene de la palabra tikvá, que es esperanza. Tiene que ver
con el lugar en donde esa esperanza nace.
La tebilá, según el rabino Avruj, debe realizarse en un lugar de aguas
naturales y corrientes. La prescripción de la mitzvá exige que el agua fluya, que no esté estancada. Puede ser un
mar o un río, pero no un lago.
– ¿Cuál es el valor simbólico del agua?
– El agua está presente en la mayoría de las culturas
religiosas en lo que concierne a la purificación. Es como el bautismo en la
religión cristiana. Volviendo al Génesis, hay una historia muy linda que dice
que cuando Dios manda el diluvio, el mundo estaba envilecido y sacudido por la
corrupción y la maldad. Dios hace renacer la humanidad con Noé. Nosotros desde
acá vimos un diluvio pero Dios lo que hizo fue meter el mundo en una mikve, para darle una nueva oportunidad.
– ¿Cuáles son las fuentes donde aparece
mencionada o aludida esta práctica?
– En la
Torá aparece como “mikvaot ha maim” (fuentes de agua) en el
Génesis. En el momento de la creación, cuando Dios divide la Tierra del Agua, juntó las
grandes mikvaot shel maim (fuentes de
agua) y las separó. En el relato del diluvio se abrieron las grandes fuentes
del cielo y cayeron las aguas. El ritual aparece más fuertemente decretado en
los textos de la Mishná y el Talmud, que son compilaciones de
comentarios sobre la Torá , posteriores a
los tiempos bíblicos, donde ya existían estas prácticas. Incluso hay otras
costumbres que hoy se hacen de manera más natural, que son desprendimientos de
aquellas. Por ejemplo, antes de la bendición del pan se realizan tres lavados
especiales de manos y se pronuncia una bendición especial que se llama “Netilat iadaim”. Algo que parece natural
y obvio, no es ni natural ni obvio. El primer chorrito es para sacar la
suciedad. El segundo es para limpiar el agua sucia con la cual se limpió la
suciedad. El tercer chorrito es para demostrar que no se enjuaga para lavar sino
para purificar el espíritu antes de comer. Ciertas tradiciones nos dicen que
algunos grupos, especialmente los esenios, antes de ir a la mesa a comer el pan,
iban a la mikve. El acto de lavarnos
las manos es una pequeñísima expresión de cómo era esta tradición en la
antigüedad.
– ¿En qué consiste la construcción de la mikve a nivel técnico?
– Se trata de dos
piletas contiguas. En una se junta agua de lluvia y en la otra, agua calentita
de la canilla. Esto es posible gracias a un sistema que tiene que estar
corriendo todo el tiempo, pero con agua nueva, cristalina. Se abre una
compuerta y, como las dos fuentes tienen la misma cantidad, las aguas no se
mezclan. El líquido funciona como una pared. Pero se chocan y es como si se
besaran. Cuando te metés en el agua calentita, simbólicamente también te estás
metiendo en una pileta que tiene agua de lluvia. Ese es uno de los sistemas.
– ¿Está pautado el rito?
– Hay diferentes salmos o textos que se pueden
leer. Generalmente, uno se sumerge tres veces en la mikve. En algunas tradiciones, siete veces. Tiene que ver con una
conexión espiritual con lo más profundo de uno. Bajo el agua, los sentidos
cambian: uno no ve ni escucha igual. El agua te cubre por completo: la idea es
volver al origen como si fuese un gran útero y renacer para un proyecto: de
casamiento, de familia, de identidad judía, de sanación, del nuevo año, etc.
por eso se va sin ropa ni accesorios. Exactamente como uno vino al mundo para
comenzar otra vez.
Fabiana coincide con el rabino
liberal en la concepción de la impureza. Según Alejandro Avruj, al decir “puro”
o “impuro”, uno suele poner una connotación moral. En el mundo bíblico, no
tiene que ver con eso. Una persona es impura porque ingresa a ese estado y así
como ingresa puede salir. No se vincula con su conducta ni con sus actos, ni
con sentimientos o forma de ser. En esos tiempos había muchas formas de
impureza en tanto estado del cuerpo: las secreciones cutáneas, el período
menstrual, el contacto con un muerto, etc. Por ejemplo, cuando uno sale de un
cementerio, se tiene que lavar las manos. Se ingresa en un estado que requiere
una limpieza, una mikve. El rabino
aclara: “No son tradiciones que nosotros sostengamos en el mundo más liberal
pero sí existían en otros tiempos y está prescripto qué hacer en los textos de la Halajá.”
…
Chantal se casa. Ella y su novio Marcelo acordaron una ceremonia liberal
oficiada por la rabina Karina Finkielsztein. En algún momento, Chantal también
quiso ser rabina pero se inclinó por el psicoanálisis. Unos meses antes de su casamiento,
ella calcula cuándo tendría su último período antes de la boda, para poder
realizar la tebilá según el rito liberal. La rabina le sugiere que invite a las
mujeres más importantes de su vida. Llega el día fijado, un miércoles de mayo.
Somos cinco las presentes. Karina nos explica que el origen de la práctica se
rastrea en las primeras fuentes bíblicas, donde se dice que Dios separó los
cielos de las aguas. Mientras tanto, Chantal se prepara y una vez que tiene
sólo una salida de baño, entra a la mikve y se sumerge. Ahí entramos nosotras.
El recinto es pequeño, tiene una pileta en forma de L y alrededor una
superficie donde sentarse. A duras penas entramos en cuclillas. Chantal está parada
en la pileta y apenas sobresalen sus hombros. Las luces están apagadas y sólo
hay una vela prendida así que no se ve su desnudez. Karina orienta el orden de
las inmersiones. Le pide a Chantal que cada vez que se sumerja piense en la
etapa que se cierra y en las cosas que desea dejar atrás. Luego, le pide a Yael
que prenda la segunda vela. “Esa vela la vas a guardar y cuando Marcelo y vos
busquen su primer hijo, volverás a encenderla. Vamos a regalarle ruaj a
Chantal.” Empezamos a cantar. Sin letra. Sólo tarareamos una melodía harto
usada en los rituales judaicos. Ruaj significa hálito, soplo, espíritu, viento.
Y es una de las primeras palabras que aparece en el Génesis. Salimos del
recinto, húmedo y caluroso. Chantal permanece sola en la mikve en un momento de
introspección total. Sale, se cubre con la salida de baño, y se sienta en la
mesa del salón contiguo con todas nosotras, muertas de hambre, como si
hubiéramos hecho diez largos y anchos, muy dispuestas a comer masitas.
Entonces, Karina nos enseña que la novia está en uno de sus momentos más
sagrados y que tiene una suerte de conexión Wifi con Dios. Por eso, antes de
comer, nos puede dar bendiciones.
Alguna vez Karina le concedió un
reportaje al diario Clarín donde afirmó “La religión judía es más de preguntas
que de respuestas”, mientras que Fabiana había encontrado en la religión, todas
las respuestas que buscaba. Yael se pregunta si no estará allí la diferencia
filosófica fundamental entre la ortodoxia y el judaísmo liberal. Lo que define
el punto común del judaísmo reformista o conservador está en las palabras de
Karina: “Todo depende de en qué comunidad quieras vivir tu judaísmo.”
…
Calor. Mucho calor. Los guías del contingente de jóvenes argentinos no
avisaron a sus huéspedes -quizás no lo sabían- que iban a pasar por Mea Shearim,
el barrio ultraortodoxo de Jerusalén. En los alrededores del Muro de los
Lamentos, hay mujeres que se dedican a ofrecer, si no a imponer, pañuelos
negros con los que taparse los brazos y las piernas. Son como centinelas del
recato. Yael tiene un enterito violeta corto y una musculosa. El pañuelo negro
le sirve para los hombros, pero nada más. Por primera y única vez, siente que
sus rodillas, sus antebrazos, sus codos están desnudos. No le importa
demasiado, pronto estará en el sur, en Eilat, una ciudad que se yergue sobre el
mar rojo. Ahí sí hay aguas corrientes.
Yael Tejero