sábado, 13 de septiembre de 2014

Sexo - Sexo - Zoom - Sexo



¿Alguna vez pensó que su vida sería mejor si tuviera más sexo? ¿Cree que muchas personas son demasiado complicadas a la hora de echarse un polvo? ¿Se imagina un mundo en el que tener sexo fuera tan fácil como ir al kiosko de la esquina a por un alfajor? ¿Estaría dispuesto a revolcarse con un desconocido sin que nadie sepa su identidad? ¿Le gusta garchar?
Si la mayoría de sus respuestas son afirmativas, esto le va a interesar. Vamos a hablar de sexo, pero no de esa cosa que llaman erotismo en las que se necesitan dos enamorados, sábanas blancas y caricias de pétalos en la espalda. No, del sexo que vamos a hablar es el burdo, el ordinario, el instintivo, ese que se practica en Zoom, un bar gay ubicado en el centro de la capital de Buenos Aires  donde los hombres pagan sesenta pesos para poder garchar con quien quiera y esté dispuesto a garchar con ellos. Las mujeres no pueden entrar, es exclusivo para ellos.
La primera vez que fui con intenciones de hacer “trabajo periodístico” llevé a Omar, un amigo gay que nunca había ido a un lugar como estos. No paraba de pedirme que le describiera con detalles el lugar y que le explicara qué se hacía adentro. La respuesta era siempre la misma: “es oscuro y la gente va a coger”. Mi peor error fue habérselo dicho con una semana de anticipación. Estoy seguro de que varias noches no pudo dormir
Llegamos a la calle Uriburu y Santa Fe como a las diez de la noche y caminamos media cuadra hasta llegar al sitio. Justo al lado queda un gimnasio con un vidrio enorme por el que vimos a algunos sujetos alzando pesas mientras otros corrían en la cinta con musculosas sudadas y pantalones cortos. La previa perfecta.
La puerta era discreta. Solo se alcanzaba a ver al interior una luz de neón azul que contrastaba con las paredes pintadas de negro y las escaleras al subsuelo. Antes de entrar miramos a los lados por si alguien nos estaba observando, éramos como dos espías en una misión secreta. Al comprobar que no había moros en la costa, bajamos y de frente encontramos la taquilla con una reja que protege el vidrio y al que cobra el dinero. Ya para ese punto Omar estaba sonrojado. Lo sabía porque en casos similares se le empezaba a descontrolar la manía de tocarse la nariz cada ocho segundos. Pagué las entradas y pasamos el torniquete para llegar hasta el bar que es como un lobby con cuatro pubs en cada extremo y una barra de pared a pared en la que venden tragos y artículos sexuales como el consolador súper piel negro de 20x5, la remera con el estampado “zoom” en todas las tallas o películas con títulos como “Daddy Meat” o “Jet Set Muscle”. 
Las luces de neón reinan; azules, rojas, moradas, negras y de cualquier color para evitar ver con claridad lo que pasa o quién pasa al lado. Ponen remixes de canciones conocidas. Algo de Rihanna, Britney, Shakira, Madonna, Katy Perry, todas divas, todas eróticas, todas invitando a pecar.
Lo llevé a caminar para que conociera bien las instalaciones. La arquitectura del lugar es sencilla: imagínese un piso de oficinas de alguna empresa de seguros. Esas que tienen un cubículo pegado al otro y al otro lo suficientemente pequeño para meter un escritorio modesto, un computador y una silla donde los funcionarios reciben a las personas. Pues lo mismo pero sin escritorio ni silla ni luz. Lo que hay, en algunas, es un televisor sostenido por un soporte en la parte superior que pasa pornografía gay todo el tiempo. Es como un laberinto en forma de cuadrícula.
Caminamos hasta el final de uno de los pasillos. Había pocos hombres, todos silenciosos, precavidos y con la expresión facial más sensual que podían armar. Uno parado contra la pared nos sostenía la mirada. La comunicación se basaba en eso, en los ojos, eran ellos el radar del sexo. Otros pasaban caminando y lo rozaban a él o a mí, otros nos ignoraban.
Llegamos al final del camino y cruzamos a la derecha para entrar al cuarto oscuro. No se veía ni la mano pegada a la cara. Le dije a Omar que se fuera apoyando contra la pared para no caer. Fuimos con pasos lentos, yo iba primero guiando la excursión cuando de repente encontré un cuerpo. Me quedé un instante quieto con mi mano izquierda puesta en el pecho del desconocido y él me mandó la suya a mi pantalón: estaba comprobando mi herramienta. Yo hice lo mismo para no parecer romántico y nos empezamos a besar. Omar se acercó y chocó contra nosotros dos. Yo me separé y avancé un poco con la intención de dejar a Omar en frente del desconocido y quedar como buen anfitrión. Supongo que se hicieron la misma inspección de paquete, no tenía acceso visual para corroborar. Estaba esperando a que Omar se acercara y me dijera que nos fuéramos, en cambio, no pasaba nada, busqué su hombro para comprobar que estaba todo bien pero su cuerpo no estaba a mi altura. Bajé un poco la mano en medio de la oscuridad y toqué su cabeza. Omar, el tímido Omar, estaba arrodillado haciéndole sexo oral al desconocido.
Zoom está habilitado legalmente como un café bar que también comercia juguetes sexuales y películas, mejor dicho es una especie de fusión entre bar y sex shop. Eso significa que tener sexo dentro del lugar no está permitido porque no fue inscrito para tal finalidad. Sin embargo, tampoco está prohibido.
Florencia Ancao, abogada de la Universidad de Buenos Aires, especifica que los únicos establecimientos en los que se puede tener sexo son los “albergues transitorios” conocidos comúnmente como moteles: en ningún otro lugar comercial están amparadas las relaciones sexuales. El artículo 953 del código civil de Argentina dicta que “El objeto de los actos jurídicos deben ser cosas que estén en el comercio, o que por un motivo especial no se hubiese prohibido que sean objeto de algún acto jurídico, o hechos que no sean imposibles, ilícitos, contrarios a las buenas costumbres o prohibidos por las leyes, o que se opongan a la libertad de las acciones o de la conciencia, o que perjudiquen los derechos de un tercero. Los actos jurídicos que no sean conformes a esta disposición, son nulos, como si no tuviesen objeto”. Eso uiere decir que las prácticas sexuales son lícitas siempre y cuando un tercero no considere que tener sexo en un lugar comercial vaya en contra de la moral y las buenas costumbres, y por supuesto, no se sienta  perjudicado.
En mayo de 2013, miembros de la policía metropolitana de Buenos Aires irrumpieron en Zoom para hacer una inspección a causa de las denuncias de la fundación La Alameda, una organización no gubernamental fundada en el 2001 que lucha contra la trata de personas, el trabajo esclavo y el proxenetismo,  que aseguraba que en el recinto había comercio sexual y narcotráfico. Durante casi dos horas bloquearon la puerta principal impidiendo la salida o entrada de personas. Testigos aseguran que a todos los clientes los pusieron en una fila y anotaron sus nombres en una lista.
 Este hecho fue calificado por la Comunidad Homosexual Argentina (CHA) como un acto de discriminación y homofobia. En un comunicado, la CHA consideró que acciones de este tipo “nos hacen retroceder 29 años de nuestra historia, cuando existían los edictos policiales y la brigada de moralidad de la policía nos llevaba presos a las comisarías.”
Linon S.A., la firma que explota comercialmente el bar Zoom, presentó una demanda contra la fundación La Alameda por daños y perjuicios ya que no se encontraron pruebas por las acusaciones. Solo se podía hacer referencia a algunas faltas menores en materia de salubridad, como algunos preservativos usados que se encontraban en el suelo porque el personal de limpieza, que se mueve rápidamente por los pasillos, no los había retirado hasta el momento de la revisión.
No se puede considerar un prostíbulo, ya que no se administran el intercambio de sexo por dinero (incluso está prohibido según uno de los carteles pegados en la ventanilla de la caja), así que la criminalidad de las actividades realizadas queda a juicio de quienes se puedan ver afectados por las diligencias que se realizan en ese subsuelo oscuro y que quieran emprender una acción judicial en contra del establecimiento.


Salí del cuarto oscuro solo y empecé a caminar por los pasadizos cruzando la mirada con algunos. Ya se empezaba a ver a más hombres rondando por el lugar. Uno de los que daban vueltas tenía como unos cincuenta años, era calvo, camisa formal y pantalón de lino recto, toda la facha de señor. Desde que entraba en mi campo visual a lo lejos, clavaba su mirada en mí. Yo no lo veía directamente, pero sentía sus ojos quemando los míos. Ese era el llamado sexual, el grito de apareamiento antes que cualquier palabra o toque, la mirada sostenida era la forma de saber si con alguien existía la posibilidad de tener sexo o si era tiempo perdido.  
Ya llevaba tres vueltas y no encontraba ninguno con el que me interesara hacer algo más. Me apoyé contra una de las paredes y me quede ahí como si fuera una prostituta en alguna calle de la ciudad a la espera que algún carro parara para poder ofrecer sus servicios, con la diferencia que yo no pensaba cobrar.
Uno era bajito, negro y con ropa como de cantante de cumbia villera; pantalones anchos, camisa negra que le quedaba grande con un estampado cualquiera y una pañoleta que le cubría la cabeza. Otro alto con una barriga prominente, el cabello despeinado y algo desesperado. Ese a todos los veía, a todos los consideraba, a todos los tocaba, no le importaba quién fuera, su objetivo era tener la mayor cantidad de encuentros sexuales posibles, cada tanto alguno le hacía una señal y entraban a una de las cabinas privadas y cerraban la puerta.
Otro era joven. Un metro setenta de estatura, contextura delgada, cabello negro liso, tatuajes en los brazos, musculosa negra, jean ceñido, arete negro en la oreja derecha.  Pasó y me miró. Al tiempo volvió a pasar, me miró y además me sonrió. Luego pasó de nuevo, me miró, además sonrió, me dijo hola y se apoyó contra la pared a mí lado.
–Qué onda –me dijo
–Bien. ¿Y vos?
–Bien.
Silencio
–¿Querés ir a una cabina? –volvió a hablar.
–Dale.
Pequeña, bastante pequeña, la única luz provenía de la pantalla del televisor arriba de nosotros que mostraba una orgía. Me quitó la camisa y le quité la camisa. Besaba bien. No había donde colgar la ropa así que la pusimos en la manija de la puerta. Besos húmedos, manos ajenas que me agarraban el culo y propias que le tocaban la espalda. En una de las paredes había una ventanita corrediza, la miré un momento y la abrí. Había un vidrio que dejaba ver lo que pasaba en la cabina continua.
Me besaba el cuello y bajó al pecho. Yo tenía puesta mi mirada en lo que pasaba a través del vidrio. Había un tipo grande con muchos músculos, era del tipo gimnasio. Estaba detrás de otro más delgado con el cabello rubio que se apoyaba contra la pared del fondo mientras el grandote con los pantalones abajo y sus manos en la cintura del rubio, empujaba y empujaba con su pelvis. Se empezaron a escuchar los gemidos de ambos, el grandote volteó un segundo y se quedó mirándome. El que estaba conmigo ya me había bajado el pantalón y estaba arrodillado. Su boca hacía el resto del trabajo. La ventana que daba a la cabina continua a la del grandote con el rubio también se abrió. En esa estaba un tipo de edad media y traje de corbata. Se agachó y comenzó a meter su mano por el agujero circular debajo de la ventana, (era lo suficientemente grande para que entrara un miembro masculino, pero no tanto para una cabeza)  casi estaba adentro todo su brazo cuando alcanzó el pene del rubio y lo comenzó a masturbar mientras seguía siendo penetrado por el musculoso.
La promiscuidad es una de las claves sociales para entender el rechazo que puede generar en la sociedad lugares con este tipo de prácticas. Para la Organización mundial de la salud (OMS) es promiscua cualquier persona que mantenga relaciones sexuales con dos o más parejas en el lapsus de seis meses. A partir de esto se han generado múltiples discusiones que giran en torno a suposiciones, por ejemplo, la relación entre promiscuidad y género; ¿son más promiscuos los hombres o las mujeres?
“Decir que los hombres son más promiscuos que las mujeres es falso porque las razones en torno a la sexualidad de las personas son culturales y no biológicas, son una construcción histórica”, asegura Máximo Javier Fernández, antropólogo e integrante de Antroposex, un colectivo interdisciplinario de investigación en las áreas de antropología y sexualidad vinculado a la universidad de Buenos Aires. Él reconoce que siempre ha habido lugares en los que se dan encuentros sexuales espontáneos entre hombres.
–En los bosques de Palermo hay una zona en la que los tipos van con sus autos y saben que siempre hay chabones con los que se puede tener sexo. Es inseguro si se analiza, pero también, el miedo a ser descubiertos y a correr alguna clase de peligro es parte del morbo para algunos. Lugares como Zoom, lo que hacen, es llevar esas prácticas que normalmente se ven en la calle a lugares que de alguna forma son controlados y que reducen un tanto el riesgo que corren las personas.
Para Máximo Fernández también es fundamental la clase de hombres que entran a lugares como Zoom. Siempre se alcanza a percibir el clasismo y la discriminación.
–Se sabe que todos van a coger, pero es diferente que vaya alguien vestido con un jean caro y con una buena camisa que alguien que tenga ropa barata o descuidada, eso siempre va a hacer las diferencias, incluso podemos decir que el cuerpo tiene marcas que muestran de dónde venimos. La entrada también es parte de esa exclusión, no todos tienen los 60 pesos para invertir en esa clase de entretenimiento.
Para Adolfo Pribluda, perteneciente a la sociedad de integración gay lésbica Argentina (SIGLA) estos lugares no hacen la diferencia entre el mundo gay y el heterosexual. “Últimamente se da el fenómeno que en los espacios de convergencia como bares y boliches, conviven sin divergencias los hetero, homo o bisexuales. Ya los lugares conocidos como saunas y el tema de la promiscuidad tienen que ver con relaciones sin compromiso, que se remiten por lo general a lo estrictamente genital”, explica.
No es un tópico aislado. Cada tanto se pone de moda cierta tendencia que abre el diálogo, como lo hicieron en sus tiempos el intercambio de parejas swinger, el sadomasoquismo, las orgias o el sexo público.
Máximo, de Antroposex,  es muy abierto con sus opiniones. Hablaba de su propia sexualidad y de esos temas con una naturalidad que me hacía pensar que ponerse rojo cuando alguien tocaba el tema era lo más ridículo del mundo. Aún, el tabú que rodean esas tramas espinosas es una barrera que dificulta la comunicación. Le pregunté si creía que el mundo sería un lugar mejor si la gente cogiera más y me respondió con un “posiblemente sí”.
Lo que vale la pena en medio de todas estas opiniones públicas es la lucha por la igualdad y por el reconocimiento de los derechos. Las agrupaciones de minorías siempre han estado vinculadas en estas batallas que implican asuntos sociales, legales, culturales y políticos. En este momento Antroposex  está trabajando por el derecho al aborto legal. Dice Máximo que es compromiso de todos esforzarse por el cambio aun cuando se pueda pensar que los homosexuales nada tienen que ver con el tema del aborto, es algo que va más allá de eso. Se trata de trabajar por lo que creemos justo.
Ya era la una de la mañana y encontré de nuevo a Omar, que me dijo que llevaba tres polvos en su ajuar. Yo en cambio me había quedado en el primero y, para ser sincero, se me estaba haciendo difícil cazar el siguiente. No era tan fácil como lo decían los foros en internet. Reunir la valentía para tomar la iniciativa era la parte más complicada y el hecho de estar sobrio no me facilitaba la cosa.
Le sugerí que nos fuéramos para la casa, pero estaba tan entusiasmado con su aventura que era lo último que pretendía hacer. Dimos un par de vueltas en las que aprovechó para mostrarme los que ya había chuleado en la lista y darme los detalles con cada uno. Le había ido bien a mi amigo que en la calle se comportaba como todo un caballero. Nunca me hubiera imaginado verlo pasar de la recatada oruga a una mariposa alborotada. La clave está en no importarle lo que los demás piensen de usted: de todas formas, todos están ahí por una sola razón.
Yo ya estaba resignado a abandonar la faena y dedicarme a convencer a Omar que era suficiente cuando vi junto a la puerta de una de las cabinas a un tipo bueno. Rodeaba los treinta años, cabello corto negro, brazos marcados, algo de panza, mandíbula fuerte y un jean ajustado. Todo el que pasaba se quedaba fijo mirándolo pero él no les daba bola a ninguno. Después de todo, no era tan común ver personas que encajaran en los patrones establecidos de belleza, mejor dicho, ese lugar estaba lejos, muy lejos de ser un video en el que se encuentran muchos tipos sacados de comerciales de ropa interior de Calvin Klein que se reúnen a coger casualmente. Él seguía ahí con su actitud indiferente; era muy exigente o solo estaba ahí en plan voyerista. Decidí no prestarle atención, pero me demoré más en exhalar que en Omar adelantarse unos pasos y hablarle como si no fuera gran cosa.
Yo me quedé ahí parado asombrado por las habilidades sociales que un cuarto oscuro y condones tirados por todo piso le habían dado de repente a Omar. Dio media vuelta y se vino hacia mí. “Dice que quiere con los dos”. Era la forma de terminar la jornada, aunque Omar me llevara ya dos goles de ventaja no me pensaba ir con un solo punto en mi marcador así que le asentí con la cabeza, me tomó de la mano y nos fuimos al encuentro con nuestro destino que tenía cara de ejecutivo.
Atravesamos la puerta y lo primero que hizo Omar fue abrir las dos ventanas para dar acceso visual a las cabinas de los lados. Había pasado de ser el novato con el tic hace tres horas al veterano mañoso. Nos empezamos a besar entre los tres y a sacarnos las camisas. Lo más extraño era estar besando a mi amigo al que nunca le había tocado ni siquiera un pelo por accidente. Fuera los pantalones junto con bóxers y comenzamos. Cada uno con un miembro diferente en la mano, haciendo lo que se podía en el espacio reducido y con la canción “When Love Take Over” en la voz de Kelly Rowland de fondo. En las cabinas de los lados, los espectadores miraban mientras se esmeraban por hacer lo suyo con el desconocido de turno. Omar me empezó a besar y el cara de ejecutivo a bajar.
No supe muy bien lo que estaba haciendo porque no tuve la oportunidad de verlo, pero se notaba que tenía experiencia en ese campo. Estábamos besándonos cuando sentí por la intensidad de los gemidos que Omar estaba a punto de correrse. Me excité al punto en que sin mucha demora yo lo seguí hasta el orgasmo.
El desconocido subió y nosotros no sabíamos si continuar o empacar los instrumentos y salir del recital. Fue un momento de silencio en el que ninguna palabra parecía ser la adecuada.
–¿Me quieren ayudar ahora a mí? –nos dijo.
¡Ni más faltaba!. Sin hacerlo esperar, bajamos los dos a hacer el mayor esfuerzo por devolver el favor recibido. No tardó mucho hasta que explotó. Empezamos a vestirnos, nos dimos el beso de cortesía y sin la necesidad de preguntarnos el nombre salimos por el torniquete, no miramos al cajero y subimos las escaleras a la calle.
Eran las tres y media de la mañana cuando dejábamos atrás la puerta negra con luces de neón que permanece abierta las veinticuatro horas del día. Sabía que a Omar le había encantado la experiencia, lo confirmé cuando me dijo “tenemos que volver” con sus ojos hechos llamas.

                                                                      Yamid Zuluaga Quintero

Miss Chubut está chingada

        

                                 Florencia Nieto, con la franja que la acredita como Miss Chubut

                                     
 “Miss Argentina es el certamen de mayor antigüedad, el más conocido, el de mayor prestigio y trayectoria; el que está impuesto en la memoria colectiva de varias generaciones de argentinas, incluida la de nuestras abuelas que aún recuerdan a la primera Miss Argentina, la hermosa cordobesa Tulia Ciámpoli, elegida en 1928”. Eso dice el certamen en su página oficial. Miss Argentina se realizó por primera vez por medio de la revista El Hogar, de la editorial Haynes. Luego fue propiedad del modisto Jean Cartier y en los ‘90, se registró a nombre de la familia Branchetti. Entre las misses argentinas famosas se encuentran Isabel “La Coca” Sarli, coronada en 1955; la Miss Universo 1962 Norma Nolan; la Miss Belleza Internacional 1968, Mirta Massa; la actriz Adriana Salgueiro; la Miss Mundo 1978 Silvana Suárez y Carolina Branchetti, Miss Argentina 1987 y actual coordinadora del certamen.


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¿Cómo fue tu experiencia en el circuito de la belleza?
Mi primera experiencia fue en la Elección de la Reina del Petróleo en 2007 y me anoté porque quería comprarme el amplificador para el bajo (risas). En ese momento tenía 17 años y no podía trabajar de nada, así que pensé que si ganaba - algo bastante ingenuo porque la primera vez que te presentás no vas a ganar- lo iba a poder conseguir. Después hice promociones y me di cuenta que era redituable, así que seguí con eso. Aparte, así no tenía que depender tanto de mis papás para comprarme mis cosas.
         (En revista Noche Polar, mayo 2010)
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      La Elección de Miss Chubut para Miss Argentina se realizó en un boliche de Comodoro Rivadavia. Con la excepción de una candidata trelewense, todas las postulantes eran comodorenses. El desfile se anunciaba como el atractivo de la noche. Chicas caminando por la pasarela en vestido corto. Chicas caminando por la pasarela en bikini. Chicas caminando por la pasarela en vestidos de gala. Chicas caminando mientras un jurado traducía en números su manera de desfilar, su sonrisa, su rostro, su elegancia. Luis Ventura leía los nombres de las candidatas y los datos que interesan en los certámenes de belleza.

–Ella es Florencia Nieto Zuljevic Karaman. Tiene 19 años. Mide 1,78. Sus medidas son 90-71-97. Su hobby es tocar el bajo y estudia Comunicación Social.

Aunque había accedido a participar de relleno y con la condición de que se me pagara como un desfile más, me temblaban las piernas. No había premio, algo de ropa, un voucher para una limpieza de cutis en el spa local, flores, una corona, una capa y una banda bordada a mano que decía Miss Chubut. Bueno, y participar en Miss Argentina para Miss Atlántico Internacional.
Tenía una argolla en la nariz y un flequillo extraño que amenazaba escaparse por los costados. La semana anterior me había cortado el pelo sola inspirada por un tema de Foo Fighters que escuché en el colectivo volviendo a casa de la universidad. Si me lo peinaba no quedaba tan mal, pero tampoco bien. Tomé una copa de champagne antes de la primera pasada, antes de la segunda pasada, antes de la tercera pasada y me fumé un pucho antes de la coronación.
-Me van a pagar igual ¿No? porque acá no gano ni a palos.
-Sí, Flor, te pagamos como un desfile más

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El viernes 30 se realizó en la Ciudad de Comodoro Rivadavia, en la disco Punto Com, la elección de Miss Chubut 2009, donde Florencia Nieto Zuljevic Karaman de 19 años, de 1,78 m., fue elegida como representante de la provincia. El evento fue organizado por Models Agency, delegados de Santa Cruz y Chubut, y conducido por el señor Luis Ventura y Anabella Teppa. La presencia de Miss Santa Cruz 2009 para Miss Argentina, Daniela Álvarez, de la localidad de Cte. Luis Piedrabuena fue notoria en todo el evento.
        (aquishow.com.ar, noviembre 2009)

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¿Cómo es la cuestión tras bastidores en los concursos? ¿Cómo te preparás para un evento así?
En realidad yo dije “Es Miss Argentina, bueno, tengo que empezar el gimnasio”, pero entre la falta de tiempo por el estudio y que en la uni no podés no comer alfajores y papas fritas (risas), casi no tuve preparación, sólo practiqué mi caminata. Lo que sí hice fue estudiar acerca de la provincia.
            (En revista Noche Polar, mayo 2010)
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El día antes de viajar preparé mi música. Nirvana, Foo Fighters, The Strokes, Muse, Rage Against The Machine, Amy Winehouse, los Ramones, Blur y algo de Gorillaz. Además,  un par de vestidos, zapatos de taco, ballerinas, un short negro, mi remera de los Sex Pistols que decía God Save The Queen. Lo que ocupaba más lugar en el bolso era el vestido de la tercera pasada, un traje típico a telar mapuche que me habían prestado las tejedoras de Colección Chubut. Era celeste y verde agua como el mar. Se decía que una Miss Chubut anterior le había pedido al gobernador ropa para competir y que él le había comprado vestidos de Las Oreiro y zapatos de Ricky Sarkany. No sé, yo no lo intenté, me parecía que la provincia tenía mejores cosas en las que invertir su presupuesto.

Llegué a la Terminal de Retiro el 29 de noviembre a la mañana y esperé a Marcelo Aguilera, mi delegado. Él había organizado la elección de Miss Chubut y, además, hecho las gestiones correspondientes para mi llegada al certamen nacional. Cada Miss tenía su delegado y debía presentarse con él. Mientras tanto, compré unos lentes wayfarer de marco rosa –en Comodoro no había de esos–, un muñequito de Sabato y regalos para mi familia. Deambulé una hora hasta que Marcelo me envió un mensaje de texto diciendo que estaba en la entrada. De ahí tomamos un taxi hasta el hotel en donde estaba Miss Santa Cruz. No la había visto bien en la elección, el lugar estaba oscuro y yo muy nerviosa. La miré de verdad, parecía salida de un cuadro de Boticelli. Me contaba cuántos kilos había bajado para el certamen y de sus  inconvenientes con el vestuario.
–Tuve problemas con mi vestido de gala, la modista lo tuvo que alargar.
–¿Para qué vestido de gala?
–Para la pasada de gala
–¿Hay pasada de gala? Yo pensé que era de traje típico.
–No, no te coronan en traje típico, es de gala.
–¿En serio?
–Sí ¿Qué vas a hacer?
–No sé ¿Pasar con el traje típico?
–No, no podés pasar con el traje típico.

Si la distribución de las candidatas en las habitaciones se regía por la ubicación geográfica de las provincias, nos tocaría compartir. Cosa que a Miss Santa Cruz le tranquilizaba. Me decía que tenía que tener cuidado, que esto era una competencia. En cuanto llegamos a la recepción, me informaron el número de habitación y que mis compañeras serían Miss Jujuy y Miss Entre Ríos. Santa Cruz y yo fuimos a mi habitación. Comimos en silencio los sandwiches de jamón y queso que nos había comprado Marcelo.

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           ¿Hay un clima de competición fuerte? ¿Cómo son las otras concursantes?
Por mi parte no había competencia, yo sabía que ellas se habían preparado mucho para eso y yo no tanto. Pero el primer día estaba hablando con una de las chicas y me dijo que tenga cuidado, que si las demás me veían haciendo algo raro me iban a hacer descalificar, que guardara bien mis cosas para que no me las revisen, etc. Tenía muchísimo miedo. Al final me tocó compartir la habitación con otras dos concursantes que eran muy piolas, no teníamos muchas cosas en común pero se armó cierta complicidad entre nosotras, eso fue genial. Vas conociendo gente distinta y mantenés una buena relación porque son buenas personas.
(En  Noche Polar, mayo 2010)

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Nos hospedábamos en un hotel cuatro estrellas ubicado en Avenida Independencia. Las habitaciones eran cómodas y ofrecían un buen desayuno buffet. Miss Capital Federal llegó un día después: era una chica flaquísima con piernas flaquísimas que sería bailarina de Tinelli para después modelar en Italia y luego ponerse de novia con uno de los convocados por Sabella para el Mundial de Brasil. Las demás Misses decían que ella iba a ganar, que Miss Capital siempre ganaba. Yo estaba segura de que ganaba Miss Salta, era la chica más hermosa, campechana y simpática que había visto en la vida, pero yo qué sabía. Miss Chaco también podía ser. Una morocha preciosa de ojos claros que me mostraba un celular plagado de auto fotos con su mamá, otra morocha preciosa de ojos claros. Luego, sería modelo de alta costura de Royal Model Management en Nueva Delhi. Miss Córdoba era una chica esquelética de nariz respingada que no hablaba mucho. Miss Mendoza a menudo se quejaba con una voz nasal y se miraba en cada espejo por el que pasara. Miss San Juan ya había sido Miss Argentina, había concursado por Miss Universo en Vietnam y ahí había conocido a Lady Gaga. Miss Tierra Del Fuego tenía un aire a Paris Hilton. Miss Entre Ríos tenía el pelo negro, enrulado, larguísimo y nos la pasábamos repitiendo chistes de Los Simpson. Santa Fé se parecía a Celine Dion, era muy amable y hablaba mucho de su novio. Corrientes se estaba por recibir de arquitecta y tranquilamente podría haber desfilado como modelo de Victoria’s Secret. La Rioja era Licenciada en Comunicación Social. Río Negro tenía el pelo cortito y una figura curvilínea. Neuquén, un cabello largo y negro y una piel blanca de porcelana. La Pampa, no hablaba, gesticulaba ni se movía demasiado, estaba ahí. De a ratos la situación parecía abrumarla y a veces a mí también. Tucumán tenía rasgos marcados y andróginos, los disfrazaba con una feminidad exacerbada. Catamarca era una chica sencilla y simpática de sonrisa grande. Misiones era la única más linda al natural que maquillada. San Luis tenía una pose perfecta y grandes ojos oscuros, seguiría en los certámenes de belleza como Miss Turismo Latino 2012 y Miss Italia Argentina 2014.

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Mi despertador era el solo de Tom Morello en “Like a stone”, pero no molestaba a mis compañeras de habitación. Me levantaba, me bañaba, me ponía tooodas las cremas y me secaba el pelo. Los cronogramas eran simples. Después de desayunar, ensayábamos en el salón de fiestas del hotel, al finalizar almorzábamos en Pepito’s, a la tarde hacíamos prensa en canales de televisión, cenábamos en restaurantes un poco más elegantes y a medianoche volvíamos a dormir. Para mí, era como una estadía paga en Buenos Aires, con la excepción de que había que hacer lo que decían y usar tacos todo el día. Viajábamos en un colectivo Flechabus de dos pisos. Mi lugar favorito era en cualquiera de los asientos de abajo, me sentaba sola, escuchaba música y miraba por la ventana.

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Los ensayos para los desfiles de elecciones de reinas nunca me gustaron. Básicamente consisten en caminar con tacos altísimos mientras el coreógrafo y las demás candidatas te miran. Si no hay música, el único sonido que se escucha es el que hacen los zapatos en el piso. Clac, clac, clac, clac….clac. Cuando uno camina generalmente no piensa en cómo caminar, simplemente camina. Esto no es así. Espalda derecha, cabeza como si un hilo invisible la tironeara desde la luna, mentón en ángulo recto, estirar la pierna de atrás, despacio, mover las caderas con gracia, los brazos deben balancearse con naturalidad. Hay que sonreír pero no demasiado ni de verdad porque si sonreís demasiado o de verdad se te achinan los ojos y no salís bien en las fotos. Hacer varias poses al llegar a la punta de la pasarela, girar en el medio, medio giro, salir de nuevo, volver, posar, y cambiarse rapidísimo para la siguiente pasada. Sin el timing perfecto, los desfiles son un fiasco. O eso dicen. Ser modelo no es lo mismo que ser reina de belleza, las reinas de belleza son señoritas y las modelos pueden ser como Kate Moss.

–Chubut, estás toda chingada, acomodate la banda ¿Y qué es esto? –el coreógrafo miró mi piercing de la nariz y gritó que me lo sacara cuanto antes–. Buenos Aires, no te tires todo el pelo para adelante, cuando te ven pasar piensan “qué pelazo” y en cuanto te das vuelta parecés pelada. La Pampa, sos insulsa. Capital, seguí así, estás divina.

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Las chaperonas –o hinchaperonas, como las había bautizado Miss Capital– eran señoras paquetas que nos acompañaban a todos lados porque no podíamos ir a ningún lugar solas. Ni al quiosco de enfrente. No nos dejaban fumar, ni tomar alcohol, ni usar mucho el celular. Ellas tenían un par de vestidos de emergencia. Por las dudas, para las candidatas que se chingaron o que ya estaban chingadas. Casi todos eran corsets bordados con canutillos y polleras de raso, como de quinceañera. Me probé uno anaranjado, uno rosa y uno negro. Elegí el último, el que me quedaba menos corto. Dicen que el vestido en un certamen de belleza cuenta mucho ante el jurado. No me importó, sabía que no iba a ganar de todas formas.

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La elección de Miss Argentina para Miss Atlántico Internacional se realizó el miércoles 2 de diciembre en el salón de eventos Buenos Aires. Los conductores fueron Teté Coustarot, Fernando Mancini y Carolina Branchetti. Dijeron que ese año querían que fuera más mediático. Por eso fuimos a Mañaneras, el programa de América. Por eso fuimos a Paraíso Terrenal, en Canal 13. También al de Anabela Ascar en Crónica TV. Dijeron que ese año querían que fuera más mediático. Por eso llamaron a Ricardo Fort para que cantara en el medio de la Elección. Por eso la mamá de Ricardo Fort también cantó y después siguió Ricardo García, el esposo de Adriana Aguirre. Por eso estuvieron Aníbal Pachano, Dallys Ferreira, el Bambino Veira, Camila Velasco, Cau Bornes, Andrea Estévez y el empresario Ricardo Kaufer Bernabé, quienes además participaban como miembros del jurado. También una vez cenamos con La Tigresa Acuña, almorzamos con Teté Coustarot y nos seguía a todos lados Vanina Gramuglia (ex Gran Hermano) con un camarógrafo. Dicen que a la elección fueron Fabián Gianola y Guillermo Francella pero no los vi.

En las elecciones de Miss Argentina generalmente se realizan dos pasadas en las que todas las candidatas desfilan la misma ropa. La primera consistía en unos vestidos cortos strapless y tacos altísimos que dolían al caminar. La segunda, en mallas enteras negras con lunares de colores y sandalias cómodas  con taco de corcho. La tercera, la pasada de gala con la que se coronaba a la ganadora. Cuando llegamos al camarín estaba todo listo y, además, nos repartieron accesorios de Todo Moda que luego teníamos que devolver. El único obsequio de la noche fue la caja de Dos Corazones que nos regaló Ricardo Fort, el presidente del jurado.

Cuarta princesa, Miss Mendoza. Tercera princesa, Miss Corrientes. Segunda princesa, Miss Entre Ríos. Primera princesa, Miss Salta. Miss Argentina, Miss Capital Federal. Había terminado. Mientras todas saludaban a sus familias, yo aproveché para fumar un pucho con la maquilladora y hacer muecas mientras mi delegado sacaba fotos. Era la madrugada y no comíamos desde el mediodía. Nos llevaron a McDonalds, pedí un Big Mac y que agrandaran el combo.

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Al día siguiente, todas volvíamos a casa. Miss Jujuy y Miss Entre Ríos bajaron a desayunar mientras yo terminaba de armar el bolso. Guardé los tacos y me puse las zapatillas de lona. Sonó el teléfono.
–¿Hola?
–Hola ¿Con quién hablo?
– Con Flor.
–...
–Chubut.
–Ah. Soy Carlos Branchetti, organizador de Miss Argentina, te llamo para decirte que tuvimos un problema con tu pasaje de regreso ¿Podés pedirle a alguien que te venga a buscar?

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La elección de Miss Chubut para Miss Argentina para Miss Atlántico Internacional no se volvió a hacer y yo jamás entregué la corona. Igual, yo ya no soy más Miss Chubut. Mi nombre es Florencia Nieto y sigo chingada. 

                                                                   Florencia Nieto

Colombianos en el comedor



Un colombiano sabe que “donde come uno comen dos”, que “a las palabras sueltas se las lleva el viento” y que “una buena acción es la mejor oración”. Por eso más que refranes, estas son frases que describen la labor de algunos colombianos residentes en Argentina, quienes constantemente se reúnen para ayudar a los demás. Ellos son estudiantes, trabajadores y en algunos casos desempeñan ambas actividades. Unos son bajitos, otros altos, cuando están juntos se ven pieles y cabellos de varios colores. Sus acentos delatan de cuál región de Colombia vienen, y en su sonrisa se refleja la satisfacción que les da invertir su tiempo libre, en acciones que beneficien a la sociedad.
        Syomara Garzón y David Carvajal son los protagonistas de esta historia. Ella llegó a la capital argentina el 8 de julio de 2011, en un clima de invierno parecido al de Bogotá, su ciudad natal. Él eligió el final del verano de este año para viajar a Buenos Aires; así, un 7 de marzo conoció un país que lo recibió con altas temperaturas como las de su Bucaramanga. Syomara y David son dos colombianos que aunque no se conocían, se encontraron el otoño pasado para llevar alegría y ayudas alimenticias a un comedor comunitario, demostrando que su vocación no tiene fronteras.

Unidos por “La sonrisa de los niños”
David Carvajal llegó a Argentina con dos propósitos principales: ingresar a la Universidad de Buenos Aires para estudiar Derecho y encontrar la forma de ayudar a una comunidad de la localidad de Rafael Calzada, donde vive Cristina una amiga que conoció por Internet. El primero de sus propósitos lo descartó hace un par de meses, cuando reparó en que la extensa duración de la carrera lo alejaría por más de cinco años de su ciudad. Además, algunos motivos económicos dificultaron su estadía en el país. Esto lo llevó a tomar la decisión de regresar a Colombia. Antes de irse logró concretar el segundo propósito creando el proyecto “Alegría”, un nombre acorde con el comedor comunitario “La sonrisa de los niños”, el lugar donde comenzó a desarrollarlo.
        Un mes después de su llegada a Buenos Aires, David visitó a Cristina. Cuando estaba caminando hacia su casa vio a unos niños reunidos jugando y compartiendo algunos huevos de Pascua, en un lugar que parecía una escuela rural, de esas que se ven en las veredas colombianas. La escena le llamó la atención y ambos fueron a hablar con Susana Torterola, una ama de casa que voluntariamente lleva dieciocho años como encargada del comedor. Susana le contó a David que de lunes a viernes, desde hace treinta años, un grupo de mamás se reúne para darle almuerzo y merienda a más de ciento ochenta personas, entre niños, adultos mayores y mujeres embarazadas. También aprovechó la oportunidad para comentarle que llevaban un mes sin recibir el subsidio de alimentación que les otorga el Gobierno Nacional, y que por eso necesitaban con urgencia ayuda para poder mantener el lugar abierto. 
        De inmediato, a David se le ocurrió crear un grupo en Facebook para convocar a personas que estuvieran dispuestas a colaborar con alimentos. Él ya tenía suficiente experiencia como para saber lo que debía hacer en ese momento, ya que desde pequeño se ha interesado por el trabajo comunitario. Además, desde hace ocho años ha reunido a más de ciento veinte voluntarios de Bucaramanga, para llevar ayuda a personas de algunos sectores vulnerables de la ciudad. Fue así como nació el proyecto “Alegría” y con él, la idea de contribuir al bienestar de la comunidad mediante el trabajo voluntario de diferentes personas, especialmente, de algunos colombianos que conoció en la residencia temporal donde se hospedaba en Palermo.
        “Cuando David vino me comentó que él en Colombia también trabajaba con chicos y me propuso hacer una página de Facebook para convocar gente que nos trajera ayudas alimenticias, a mí me encantó la idea. Yo me alegré porque ni siquiera un argentino vino a decir que quería ayudar”, dijo Susana Torterola al recordar la primera vez que David se acercó al comedor. Luego aseguró que desde que este joven colombiano y sus colaboradores se interesaron, los niños están entusiasmados con los regalos, dulces y juegos que les llevan en cada visita. 
        Según David Carvajal, las actividades en el comedor comenzaron a mediados de abril. Alrededor de veinticinco personas (colombianos y argentinos) se sumaron al proyecto “Alegría”. Desde ese momento hasta finales de junio, se reunieron constantemente para llevar recreación, deportes, talleres de dibujo, pintura, manualidades y algunas ayudas alimenticias a los beneficiarios del lugar. “Comenzamos yendo los sábados y a medida que veíamos cómo disfrutaban cada vez más de las actividades, incrementamos las visitas. Hubo semanas en las que algunos íbamos entre tres y cuatro días”, dijo enfatizando en la constancia de su proyecto.

        Días antes de su regreso a Colombia, David comenzó a gestionar la construcción de una pequeña biblioteca en el lugar, ya que pensó que sería bueno que los niños tuvieran “un espacio para estudiar, leer y aprender”. Un arquitecto colombiano la diseñó y algunos vecinos del comedor ayudaron a limpiar el terreno destinado para este proyecto. Pero el tiempo en Argentina se le terminó y tuvo que volver a Bucaramanga. Por el momento la obra está parada. Sin embargo, este colombiano continúa planeando desde lejos cómo puede colaborar para que la biblioteca se pueda construir.  
David sintió la necesidad de buscar más colaboradores antes de irse. Su idea era encontrar otro grupo de personas dispuestas a ayudar desinteresadamente y así, tener la certeza de que el proyecto continuaría. Entonces, compartió su labor en “Somos más los colombianos buenos en Argentina”, un grupo de Facebook creado por el bogotano Andrés Barrera. Un espacio que busca  “superar la virtualidad, conservar la buena imagen de Colombia y demostrar que estamos haciendo las cosas bien”, dijo Barrera.
Una comunidad de colombianos que a través de Internet encontraron la oportunidad de integrarse, planear y desarrollar ideas que apuntan al beneficio de la sociedad. Sus acciones son esporádicas pero concretas: llevaron café a los habitantes de la calle de San Telmo, celebraron el día del niño en el Parque Lezama y en junio de este año se vincularon con el proyecto “Alegría”.   
Una de las integrantes del grupo más interesadas en el proyecto de David era Syomara Garzón, la joven bogotana que llegó un invierno de 2011. Syomara es estudiante de maestría en la Universidad de Buenos Aires, y alterna sus actividades académicas con un trabajo de tiempo completo, en una consultora de productos médicos. Además, por su liderazgo y compromiso, ahora es una de las administradoras de “Somos más los colombianos buenos en Argentina”.
Syomara se comunicó con David luego de contar con la aprobación de Andrés Barrera y de los otros administradores del grupo. Ambos establecieron la fecha de encuentro en el comedor comunitario para realizar una actividad de integración, y fue así como el 1 de junio los dos grupos se unieron por “La sonrisa de los niños”.
Susana Torterola aceptó que más colombianos los visitaran. Sin la presencia física de David las condiciones cambiaron, ya que se disminuyó la frecuencia de las actividades. Los nuevos voluntarios no contaban con el tiempo suficiente para asistir al comedor la misma cantidad de veces que los anteriores. A pesar de esto, propusieron que cada mes algunos integrantes del grupo “Somos más los colombianos buenos en Argentina”, junto a los primeros colaboradores se reunirían. Así, entre todos celebrarían los cumpleaños de los niños, realizarían actividades recreativas y entregarían las donaciones recolectadas.
David Carvajal regresó a Colombia, pero desde la distancia sigue administrando la página de Facebook “Comedor La Sonrisa de los Niños”, con la cual comenzó a difundir su proyecto. Además, está en contacto permanente con Syomara para transmitirle nuevas ideas y acompañar virtualmente el proceso, que continúa con menor intensidad que antes, pero con la misma intención de ayudar a esta comunidad.

La alegría que esconden los globos de colores

El pasado viernes 20 de junio fue un día frío, pero soleado. En Argentina se conmemoraba el Día de la Bandera y algunos lugares estaban vestidos de celeste y blanco. A la 1:00 de la tarde en la estación Lanús, un pequeño grupo de colombianos se reunió para continuar su viaje hacia el comedor “La sonrisa de los niños”. “Uno de los cincuenta comedores comunitarios que funcionan en el partido de Almirante Brown”, según Susana Torterola, la encargada.
Ese día Adriana Carrero, Hugo Armando Bejarano, Juan Sebastián Rincón, Walter Donato, Syomara Garzón, Milly Marcela Ramírez, junto a su esposo argentino Gustavo Catalano y su hija Sofía, se encontraron para llevar alegría, recreación y alimentos a los beneficiarios del comedor. En bolsas y maletines llevaban tortas caseras (hechas por ellos mismos la noche anterior), gaseosas, globos de colores, obsequios, leche, pan, entre otros productos que lograron recolectar durante los veinte días posteriores a su primera visita.
Más de mil personas conforman el grupo de la red social, pero ese día solo asistieron ellos siete. “Son muchos los que se apuntan, pero a la hora de la verdad casi siempre somos los mismos los que venimos”, comentó Syomara, cuando habían pasado varios minutos luego de la hora señalada para el encuentro. El tren que los llevaría a su destino llegó, decidieron no esperar más y continuaron su viaje hacía el barrio 2 de Abril, en la localidad de Rafael Calzada. Allí los esperaban Susana y los niños que asistieron ese día al comedor.
En la esquina de una calle sin pavimentar estaba el lugar que meses atrás llamó la atención de David Carvajal. A lo lejos se veían niños jugando con un balón, otros sentados en unas sillas de colores. Los demás corrían por el lugar. Un letrero azul y blanco anunciaba en letras mayúsculas el almuerzo de ese día: “GRAN LOCRO”. Al verlo, Syomara le dijo a sus compañeros: “vamos que nos están esperando. Recuerden que la colaboración es de 35 pesos por plato”.   
Los visitantes se reunieron en el salón donde poco antes los beneficiarios del comedor habían almorzado. Se sentaron alrededor de una olla de locro y cada uno comió su plato de este guiso, que representa una de las comidas tradicionales de Argentina. Los colombianos expresaron que sabía a sopa casera colombiana. Gustavo, el argentino, aseguró que era uno de los más sabrosos que había probado. Afuera, los niños esperaban ansiosos por ver qué les habían llevado ese día.
Al terminar el locro, comenzó la decoración del lugar. Algunos inflaron los globos, otros pusieron las serpentinas rodeando un tubo delgado que colgaba bajo el techo. Syomara acomodó las tortas.  Walter y Adriana prepararon la pintura corporal del color de la bandera argentina, que llevaron para pintarles las caras a los niños y conmemorar ese día.
    – ¿De quién es el cumpleaños? –preguntó en voz alta una niña que curioseaba el lugar desde la puerta.
     – De todos  –contestó alguien desde adentro del salón.
Al escuchar esta respuesta, la niña corrió emocionada a contarle algo a sus compañeros. Probablemente les dijo que estaban invitados a una fiesta en la que pronto comerían torta y jugarían con globos de colores.
Quince minutos después, todo estaba en su lugar. Los globos abundaban. Un letrero de “FELIZ CUMPLEAÑOS” colgaba sobre dos tortas y varias pirámides de vasos plásticos, donde se serviría la “chocolatada”, que Susana preparaba en la cocina. Los niños fueron entrando. Syomara, Adriana y Walter adoptaron una actitud que recordaba el estereotipo de los maestros de preescolar: pacientes y amables trataban de organizarlos, sentarlos para pintarles la bandera y explicarles qué harían esa tarde.
La idea era reunirlos para cantarle a quienes habían cumplido años durante el mes. Mientras Syomara hablaba, algunos ponían atención, pero los demás estaban deslumbrados con los globos. Todos querían tener el suyo y trataban de elegir uno que fuera de su color favorito.
Al momento de cantar ya no quedaban globos colgando y la canción se escuchó con una que otra explosión de fondo, acompañada de carcajadas infantiles. Todos trababan de cuidar su juguete de ese día: con una mano lo sostenían y con la otra recibían su merienda. El olor de la “chocolatada” se mezcló con la esencia de coco de la torta. De vez en cuando un “falto yo” que interrumpía el silencio al momento de comer, era cubierto por cualquiera de los voluntarios. “Los niños vienen al comedor buscando comida, pero también alegría, apoyo moral y espiritual, porque aquí somos como una familia”, dijo Susana Torterola, mientras los veía disfrutar de las actividades de esa tarde.
Cuando se acercaba la noche, los voluntarios se despidieron de los niños y de las mamás que aún estaban limpiando el fogón de leña, en el que hicieron el “GRAN LOCRO”. Luego de tomar nota de las cosas que podrían llevar el próximo mes, Syomara y Walter se despidieron de Susana con un “hasta pronto”. Los pequeños, ya sin globos, disfrutaban de unos dulces, que como sus juguetes de ese día pronto se les iban a acabar.
Precisamente, fue esa sensación efímera de alegría, lo que les recordó a este grupo la importancia que tiene ayudar a los demás. Es por eso, que durante todo el camino de regreso a sus casas continuaron pensando y planificando nuevas actividades para las próximas visitas.


Lo que sigue
El 22 de junio, dos días después de la visita al comedor comunitario, algunos integrantes del grupo “Somos más los colombianos buenos en Argentina” se reunieron en el Parque Las Heras. Ese día celebraron su primer aniversario, comentaron las actividades que han realizado, integraron a nuevas personas y planearon más proyectos.
Alrededor de un picnic improvisado escucharon las historias de Marko Antonio Mosquera, un caleño que trabaja como cuentero (narrador oral). Jugaron con Oliver, la mascota del grupo. Los nuevos integrantes se presentaron y los antiguos propusieron volver a reunirse el día del niño. Syomara relató a sus compañeros la actividad de Rafael Calzada. También les habló de David, el joven bumangués que a través del proyecto “Alegría” comenzó a llevarles ayudas a los beneficiarios de “La sonrisa de los niños”.
Para Syomara, la labor que están haciendo con la comunidad del comedor es “la que más compromiso requiere, por eso es una actividad voluntaria”. Un proyecto al que cada vez se suman más colombianos buscando “ayudar desinteresadamente, con pequeñas acciones que beneficien a la sociedad”, aseguró Astrid Malagón, una madre que integra este grupo de colombianos.
Por el momento, un músico, un grupo de titiriteros y un bailarín de salsa se unieron a Syomara y sus colaboradores, para participar en las próximas vistas al comedor. Mientras tanto, a través del grupo “Somos más los colombianos buenos en Argentina”, se sigue promoviendo la donación de alimentos.
“Con estas actividades, también queremos poner nuestro granito de arena para cambiar la imagen del colombiano, porque ya sabemos que los medios de comunicación nos han estigmatizado bastante”, aseguró la diseñadora gráfica Katherine Marcelo. Así, Katherine resume el ideal tácito que ronda a quienes desde pequeños, seguramente han escuchado una frase muy común: “haz fama y acuéstate a dormir”. Estos colombianos saben que además  de ayudar a la comunidad, a través de sus acciones se ayudan ellos mismos.
                                                                      Susana Avendaño Lopera