sábado, 13 de septiembre de 2014

Colombianos en el comedor



Un colombiano sabe que “donde come uno comen dos”, que “a las palabras sueltas se las lleva el viento” y que “una buena acción es la mejor oración”. Por eso más que refranes, estas son frases que describen la labor de algunos colombianos residentes en Argentina, quienes constantemente se reúnen para ayudar a los demás. Ellos son estudiantes, trabajadores y en algunos casos desempeñan ambas actividades. Unos son bajitos, otros altos, cuando están juntos se ven pieles y cabellos de varios colores. Sus acentos delatan de cuál región de Colombia vienen, y en su sonrisa se refleja la satisfacción que les da invertir su tiempo libre, en acciones que beneficien a la sociedad.
        Syomara Garzón y David Carvajal son los protagonistas de esta historia. Ella llegó a la capital argentina el 8 de julio de 2011, en un clima de invierno parecido al de Bogotá, su ciudad natal. Él eligió el final del verano de este año para viajar a Buenos Aires; así, un 7 de marzo conoció un país que lo recibió con altas temperaturas como las de su Bucaramanga. Syomara y David son dos colombianos que aunque no se conocían, se encontraron el otoño pasado para llevar alegría y ayudas alimenticias a un comedor comunitario, demostrando que su vocación no tiene fronteras.

Unidos por “La sonrisa de los niños”
David Carvajal llegó a Argentina con dos propósitos principales: ingresar a la Universidad de Buenos Aires para estudiar Derecho y encontrar la forma de ayudar a una comunidad de la localidad de Rafael Calzada, donde vive Cristina una amiga que conoció por Internet. El primero de sus propósitos lo descartó hace un par de meses, cuando reparó en que la extensa duración de la carrera lo alejaría por más de cinco años de su ciudad. Además, algunos motivos económicos dificultaron su estadía en el país. Esto lo llevó a tomar la decisión de regresar a Colombia. Antes de irse logró concretar el segundo propósito creando el proyecto “Alegría”, un nombre acorde con el comedor comunitario “La sonrisa de los niños”, el lugar donde comenzó a desarrollarlo.
        Un mes después de su llegada a Buenos Aires, David visitó a Cristina. Cuando estaba caminando hacia su casa vio a unos niños reunidos jugando y compartiendo algunos huevos de Pascua, en un lugar que parecía una escuela rural, de esas que se ven en las veredas colombianas. La escena le llamó la atención y ambos fueron a hablar con Susana Torterola, una ama de casa que voluntariamente lleva dieciocho años como encargada del comedor. Susana le contó a David que de lunes a viernes, desde hace treinta años, un grupo de mamás se reúne para darle almuerzo y merienda a más de ciento ochenta personas, entre niños, adultos mayores y mujeres embarazadas. También aprovechó la oportunidad para comentarle que llevaban un mes sin recibir el subsidio de alimentación que les otorga el Gobierno Nacional, y que por eso necesitaban con urgencia ayuda para poder mantener el lugar abierto. 
        De inmediato, a David se le ocurrió crear un grupo en Facebook para convocar a personas que estuvieran dispuestas a colaborar con alimentos. Él ya tenía suficiente experiencia como para saber lo que debía hacer en ese momento, ya que desde pequeño se ha interesado por el trabajo comunitario. Además, desde hace ocho años ha reunido a más de ciento veinte voluntarios de Bucaramanga, para llevar ayuda a personas de algunos sectores vulnerables de la ciudad. Fue así como nació el proyecto “Alegría” y con él, la idea de contribuir al bienestar de la comunidad mediante el trabajo voluntario de diferentes personas, especialmente, de algunos colombianos que conoció en la residencia temporal donde se hospedaba en Palermo.
        “Cuando David vino me comentó que él en Colombia también trabajaba con chicos y me propuso hacer una página de Facebook para convocar gente que nos trajera ayudas alimenticias, a mí me encantó la idea. Yo me alegré porque ni siquiera un argentino vino a decir que quería ayudar”, dijo Susana Torterola al recordar la primera vez que David se acercó al comedor. Luego aseguró que desde que este joven colombiano y sus colaboradores se interesaron, los niños están entusiasmados con los regalos, dulces y juegos que les llevan en cada visita. 
        Según David Carvajal, las actividades en el comedor comenzaron a mediados de abril. Alrededor de veinticinco personas (colombianos y argentinos) se sumaron al proyecto “Alegría”. Desde ese momento hasta finales de junio, se reunieron constantemente para llevar recreación, deportes, talleres de dibujo, pintura, manualidades y algunas ayudas alimenticias a los beneficiarios del lugar. “Comenzamos yendo los sábados y a medida que veíamos cómo disfrutaban cada vez más de las actividades, incrementamos las visitas. Hubo semanas en las que algunos íbamos entre tres y cuatro días”, dijo enfatizando en la constancia de su proyecto.

        Días antes de su regreso a Colombia, David comenzó a gestionar la construcción de una pequeña biblioteca en el lugar, ya que pensó que sería bueno que los niños tuvieran “un espacio para estudiar, leer y aprender”. Un arquitecto colombiano la diseñó y algunos vecinos del comedor ayudaron a limpiar el terreno destinado para este proyecto. Pero el tiempo en Argentina se le terminó y tuvo que volver a Bucaramanga. Por el momento la obra está parada. Sin embargo, este colombiano continúa planeando desde lejos cómo puede colaborar para que la biblioteca se pueda construir.  
David sintió la necesidad de buscar más colaboradores antes de irse. Su idea era encontrar otro grupo de personas dispuestas a ayudar desinteresadamente y así, tener la certeza de que el proyecto continuaría. Entonces, compartió su labor en “Somos más los colombianos buenos en Argentina”, un grupo de Facebook creado por el bogotano Andrés Barrera. Un espacio que busca  “superar la virtualidad, conservar la buena imagen de Colombia y demostrar que estamos haciendo las cosas bien”, dijo Barrera.
Una comunidad de colombianos que a través de Internet encontraron la oportunidad de integrarse, planear y desarrollar ideas que apuntan al beneficio de la sociedad. Sus acciones son esporádicas pero concretas: llevaron café a los habitantes de la calle de San Telmo, celebraron el día del niño en el Parque Lezama y en junio de este año se vincularon con el proyecto “Alegría”.   
Una de las integrantes del grupo más interesadas en el proyecto de David era Syomara Garzón, la joven bogotana que llegó un invierno de 2011. Syomara es estudiante de maestría en la Universidad de Buenos Aires, y alterna sus actividades académicas con un trabajo de tiempo completo, en una consultora de productos médicos. Además, por su liderazgo y compromiso, ahora es una de las administradoras de “Somos más los colombianos buenos en Argentina”.
Syomara se comunicó con David luego de contar con la aprobación de Andrés Barrera y de los otros administradores del grupo. Ambos establecieron la fecha de encuentro en el comedor comunitario para realizar una actividad de integración, y fue así como el 1 de junio los dos grupos se unieron por “La sonrisa de los niños”.
Susana Torterola aceptó que más colombianos los visitaran. Sin la presencia física de David las condiciones cambiaron, ya que se disminuyó la frecuencia de las actividades. Los nuevos voluntarios no contaban con el tiempo suficiente para asistir al comedor la misma cantidad de veces que los anteriores. A pesar de esto, propusieron que cada mes algunos integrantes del grupo “Somos más los colombianos buenos en Argentina”, junto a los primeros colaboradores se reunirían. Así, entre todos celebrarían los cumpleaños de los niños, realizarían actividades recreativas y entregarían las donaciones recolectadas.
David Carvajal regresó a Colombia, pero desde la distancia sigue administrando la página de Facebook “Comedor La Sonrisa de los Niños”, con la cual comenzó a difundir su proyecto. Además, está en contacto permanente con Syomara para transmitirle nuevas ideas y acompañar virtualmente el proceso, que continúa con menor intensidad que antes, pero con la misma intención de ayudar a esta comunidad.

La alegría que esconden los globos de colores

El pasado viernes 20 de junio fue un día frío, pero soleado. En Argentina se conmemoraba el Día de la Bandera y algunos lugares estaban vestidos de celeste y blanco. A la 1:00 de la tarde en la estación Lanús, un pequeño grupo de colombianos se reunió para continuar su viaje hacia el comedor “La sonrisa de los niños”. “Uno de los cincuenta comedores comunitarios que funcionan en el partido de Almirante Brown”, según Susana Torterola, la encargada.
Ese día Adriana Carrero, Hugo Armando Bejarano, Juan Sebastián Rincón, Walter Donato, Syomara Garzón, Milly Marcela Ramírez, junto a su esposo argentino Gustavo Catalano y su hija Sofía, se encontraron para llevar alegría, recreación y alimentos a los beneficiarios del comedor. En bolsas y maletines llevaban tortas caseras (hechas por ellos mismos la noche anterior), gaseosas, globos de colores, obsequios, leche, pan, entre otros productos que lograron recolectar durante los veinte días posteriores a su primera visita.
Más de mil personas conforman el grupo de la red social, pero ese día solo asistieron ellos siete. “Son muchos los que se apuntan, pero a la hora de la verdad casi siempre somos los mismos los que venimos”, comentó Syomara, cuando habían pasado varios minutos luego de la hora señalada para el encuentro. El tren que los llevaría a su destino llegó, decidieron no esperar más y continuaron su viaje hacía el barrio 2 de Abril, en la localidad de Rafael Calzada. Allí los esperaban Susana y los niños que asistieron ese día al comedor.
En la esquina de una calle sin pavimentar estaba el lugar que meses atrás llamó la atención de David Carvajal. A lo lejos se veían niños jugando con un balón, otros sentados en unas sillas de colores. Los demás corrían por el lugar. Un letrero azul y blanco anunciaba en letras mayúsculas el almuerzo de ese día: “GRAN LOCRO”. Al verlo, Syomara le dijo a sus compañeros: “vamos que nos están esperando. Recuerden que la colaboración es de 35 pesos por plato”.   
Los visitantes se reunieron en el salón donde poco antes los beneficiarios del comedor habían almorzado. Se sentaron alrededor de una olla de locro y cada uno comió su plato de este guiso, que representa una de las comidas tradicionales de Argentina. Los colombianos expresaron que sabía a sopa casera colombiana. Gustavo, el argentino, aseguró que era uno de los más sabrosos que había probado. Afuera, los niños esperaban ansiosos por ver qué les habían llevado ese día.
Al terminar el locro, comenzó la decoración del lugar. Algunos inflaron los globos, otros pusieron las serpentinas rodeando un tubo delgado que colgaba bajo el techo. Syomara acomodó las tortas.  Walter y Adriana prepararon la pintura corporal del color de la bandera argentina, que llevaron para pintarles las caras a los niños y conmemorar ese día.
    – ¿De quién es el cumpleaños? –preguntó en voz alta una niña que curioseaba el lugar desde la puerta.
     – De todos  –contestó alguien desde adentro del salón.
Al escuchar esta respuesta, la niña corrió emocionada a contarle algo a sus compañeros. Probablemente les dijo que estaban invitados a una fiesta en la que pronto comerían torta y jugarían con globos de colores.
Quince minutos después, todo estaba en su lugar. Los globos abundaban. Un letrero de “FELIZ CUMPLEAÑOS” colgaba sobre dos tortas y varias pirámides de vasos plásticos, donde se serviría la “chocolatada”, que Susana preparaba en la cocina. Los niños fueron entrando. Syomara, Adriana y Walter adoptaron una actitud que recordaba el estereotipo de los maestros de preescolar: pacientes y amables trataban de organizarlos, sentarlos para pintarles la bandera y explicarles qué harían esa tarde.
La idea era reunirlos para cantarle a quienes habían cumplido años durante el mes. Mientras Syomara hablaba, algunos ponían atención, pero los demás estaban deslumbrados con los globos. Todos querían tener el suyo y trataban de elegir uno que fuera de su color favorito.
Al momento de cantar ya no quedaban globos colgando y la canción se escuchó con una que otra explosión de fondo, acompañada de carcajadas infantiles. Todos trababan de cuidar su juguete de ese día: con una mano lo sostenían y con la otra recibían su merienda. El olor de la “chocolatada” se mezcló con la esencia de coco de la torta. De vez en cuando un “falto yo” que interrumpía el silencio al momento de comer, era cubierto por cualquiera de los voluntarios. “Los niños vienen al comedor buscando comida, pero también alegría, apoyo moral y espiritual, porque aquí somos como una familia”, dijo Susana Torterola, mientras los veía disfrutar de las actividades de esa tarde.
Cuando se acercaba la noche, los voluntarios se despidieron de los niños y de las mamás que aún estaban limpiando el fogón de leña, en el que hicieron el “GRAN LOCRO”. Luego de tomar nota de las cosas que podrían llevar el próximo mes, Syomara y Walter se despidieron de Susana con un “hasta pronto”. Los pequeños, ya sin globos, disfrutaban de unos dulces, que como sus juguetes de ese día pronto se les iban a acabar.
Precisamente, fue esa sensación efímera de alegría, lo que les recordó a este grupo la importancia que tiene ayudar a los demás. Es por eso, que durante todo el camino de regreso a sus casas continuaron pensando y planificando nuevas actividades para las próximas visitas.


Lo que sigue
El 22 de junio, dos días después de la visita al comedor comunitario, algunos integrantes del grupo “Somos más los colombianos buenos en Argentina” se reunieron en el Parque Las Heras. Ese día celebraron su primer aniversario, comentaron las actividades que han realizado, integraron a nuevas personas y planearon más proyectos.
Alrededor de un picnic improvisado escucharon las historias de Marko Antonio Mosquera, un caleño que trabaja como cuentero (narrador oral). Jugaron con Oliver, la mascota del grupo. Los nuevos integrantes se presentaron y los antiguos propusieron volver a reunirse el día del niño. Syomara relató a sus compañeros la actividad de Rafael Calzada. También les habló de David, el joven bumangués que a través del proyecto “Alegría” comenzó a llevarles ayudas a los beneficiarios de “La sonrisa de los niños”.
Para Syomara, la labor que están haciendo con la comunidad del comedor es “la que más compromiso requiere, por eso es una actividad voluntaria”. Un proyecto al que cada vez se suman más colombianos buscando “ayudar desinteresadamente, con pequeñas acciones que beneficien a la sociedad”, aseguró Astrid Malagón, una madre que integra este grupo de colombianos.
Por el momento, un músico, un grupo de titiriteros y un bailarín de salsa se unieron a Syomara y sus colaboradores, para participar en las próximas vistas al comedor. Mientras tanto, a través del grupo “Somos más los colombianos buenos en Argentina”, se sigue promoviendo la donación de alimentos.
“Con estas actividades, también queremos poner nuestro granito de arena para cambiar la imagen del colombiano, porque ya sabemos que los medios de comunicación nos han estigmatizado bastante”, aseguró la diseñadora gráfica Katherine Marcelo. Así, Katherine resume el ideal tácito que ronda a quienes desde pequeños, seguramente han escuchado una frase muy común: “haz fama y acuéstate a dormir”. Estos colombianos saben que además  de ayudar a la comunidad, a través de sus acciones se ayudan ellos mismos.
                                                                      Susana Avendaño Lopera

3 comentarios:

  1. Sussy me gusto mucho tu cronica te felicito, es muy interesante ver a partir de ella las funciones que hacen algunos colombianos por dejar el nombre de nuestro pais en lo más alto.

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  2. Buena Susana, además la idea de promover cosas buenas de los colombianos y de los extranjeros es una gran forma de contrarrestar un poco la fama. Muy interesante el color de los personajes.

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  3. Cuando leo a mis amigos colombianos, es inevitable sentir una alegría cercana. Pero cuando lees cosas que hacen muchos de los nuestros en el exterior, la sensación es de una total emoción y Susana tiene eso. En casi todos sus trabajos, se percibe esa pasión por contar las cosas positivas y diferentes de nuestra gente. Es por esta razón que resalto la habilidad que tiene esta paisa de organizar las ideas y luego contarnos a través de sus crónicas, el proceso de investigación previo, el contacto con sus entrevistados y todo el carisma que se ve en cada una de sus historias. Una dura mi Susy.

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