Un
colombiano sabe que “donde come uno comen dos”, que “a las palabras sueltas se
las lleva el viento” y que “una buena acción es la mejor oración”. Por eso más
que refranes, estas son frases que describen la labor de algunos colombianos
residentes en Argentina, quienes constantemente se reúnen para ayudar a los
demás. Ellos son estudiantes, trabajadores y en algunos casos desempeñan ambas
actividades. Unos son bajitos, otros altos, cuando están juntos se ven pieles y
cabellos de varios colores. Sus acentos delatan de cuál región de Colombia
vienen, y en su sonrisa se refleja la satisfacción que les da invertir su
tiempo libre, en acciones que beneficien a la sociedad.
Syomara Garzón y David Carvajal son los
protagonistas de esta historia. Ella llegó a la capital argentina el 8 de julio
de 2011, en un clima de invierno parecido al de Bogotá, su ciudad natal. Él
eligió el final del verano de este año para viajar a Buenos Aires; así, un 7 de
marzo conoció un país que lo recibió con altas temperaturas como las de su
Bucaramanga. Syomara y David son dos colombianos que aunque no se conocían, se
encontraron el otoño pasado para llevar alegría y ayudas alimenticias a un
comedor comunitario, demostrando que su vocación no tiene fronteras.
Unidos por “La sonrisa
de los niños”
David
Carvajal llegó a Argentina con dos propósitos principales: ingresar a la
Universidad de Buenos Aires para estudiar Derecho y encontrar la forma de
ayudar a una comunidad de la localidad de Rafael Calzada, donde vive Cristina una
amiga que conoció por Internet. El primero de sus propósitos lo descartó hace
un par de meses, cuando reparó en que la extensa duración de la carrera lo
alejaría por más de cinco años de su ciudad. Además, algunos motivos económicos
dificultaron su estadía en el país. Esto lo llevó a tomar la decisión de
regresar a Colombia. Antes de irse logró concretar el
segundo propósito creando el proyecto “Alegría”, un nombre acorde con el
comedor comunitario “La sonrisa de los niños”, el lugar donde comenzó a
desarrollarlo.
Un mes después
de su llegada a Buenos Aires, David visitó a Cristina. Cuando estaba caminando
hacia su casa vio a unos niños reunidos jugando y compartiendo algunos huevos
de Pascua, en un lugar que parecía una escuela rural, de esas que se ven en las
veredas colombianas. La escena le llamó la atención y ambos fueron a hablar con
Susana Torterola, una ama de casa que voluntariamente lleva dieciocho años como
encargada del comedor. Susana le contó a David que de lunes a viernes, desde
hace treinta años, un grupo de mamás se reúne para darle almuerzo y merienda a
más de ciento ochenta personas, entre niños, adultos mayores y mujeres
embarazadas. También aprovechó la oportunidad para comentarle que llevaban un
mes sin recibir el subsidio de alimentación que les otorga el Gobierno
Nacional, y que por eso necesitaban con urgencia ayuda para poder mantener el
lugar abierto.
De
inmediato, a David se le ocurrió crear un grupo en Facebook para convocar a
personas que estuvieran dispuestas a colaborar con alimentos. Él ya tenía
suficiente experiencia como para saber lo que debía hacer en ese momento, ya
que desde pequeño se ha interesado por el trabajo comunitario. Además, desde
hace ocho años ha reunido a más de ciento veinte voluntarios de Bucaramanga,
para llevar ayuda a personas de algunos sectores vulnerables de la ciudad. Fue
así como nació el proyecto “Alegría” y con él, la idea de contribuir al
bienestar de la comunidad mediante el trabajo voluntario de diferentes
personas, especialmente, de algunos colombianos que conoció en la residencia
temporal donde se hospedaba en Palermo.
“Cuando David vino me comentó que él en
Colombia también trabajaba con chicos y me propuso hacer una página de Facebook
para convocar gente que nos trajera ayudas alimenticias, a mí me encantó la
idea. Yo me alegré porque ni siquiera un argentino vino a decir que quería
ayudar”, dijo Susana Torterola al recordar la primera vez que David se acercó
al comedor. Luego aseguró que desde que este joven colombiano y sus
colaboradores se interesaron, los niños están entusiasmados con los regalos,
dulces y juegos que les llevan en cada visita.
Según David Carvajal, las actividades en
el comedor comenzaron a mediados de abril. Alrededor de veinticinco personas
(colombianos y argentinos) se sumaron al proyecto “Alegría”. Desde ese momento
hasta finales de junio, se reunieron constantemente para llevar recreación, deportes,
talleres de dibujo, pintura, manualidades y algunas ayudas alimenticias a los
beneficiarios del lugar. “Comenzamos yendo los sábados y a medida que veíamos
cómo disfrutaban cada vez más de las actividades, incrementamos las visitas. Hubo
semanas en las que algunos íbamos entre tres y cuatro días”, dijo enfatizando
en la constancia de su proyecto.
Días
antes de su regreso a Colombia, David comenzó a gestionar la construcción de
una pequeña biblioteca en el lugar, ya que pensó que sería bueno que los niños
tuvieran “un espacio para estudiar, leer y aprender”. Un arquitecto colombiano
la diseñó y algunos vecinos del comedor ayudaron a limpiar el terreno destinado
para este proyecto. Pero el tiempo en
Argentina se le terminó y tuvo que volver a Bucaramanga. Por el momento la obra
está parada. Sin embargo, este colombiano continúa
planeando desde lejos cómo puede colaborar para que la biblioteca se pueda construir.
David
sintió la necesidad de buscar más colaboradores antes de irse. Su idea era encontrar
otro grupo de personas dispuestas a ayudar desinteresadamente
y así, tener la certeza de que el proyecto continuaría. Entonces, compartió su
labor en “Somos más los colombianos buenos en Argentina”, un grupo de Facebook creado
por el bogotano Andrés Barrera. Un espacio que busca “superar la virtualidad, conservar la buena
imagen de Colombia y demostrar que estamos haciendo las cosas bien”, dijo
Barrera.
Una comunidad de colombianos que a través de Internet encontraron la
oportunidad de integrarse, planear y desarrollar ideas que apuntan al beneficio
de la sociedad. Sus acciones son esporádicas pero concretas: llevaron café a
los habitantes de la calle de San Telmo, celebraron el día del niño en el
Parque Lezama y en junio de este año se vincularon con el proyecto
“Alegría”.
Una
de las integrantes del grupo más interesadas en el proyecto de David era
Syomara Garzón, la joven bogotana que llegó un invierno de 2011. Syomara es estudiante
de maestría en la Universidad de Buenos Aires, y alterna sus actividades
académicas con un trabajo de tiempo completo, en una consultora de productos
médicos. Además, por su liderazgo y compromiso, ahora es una de las administradoras
de “Somos más los colombianos buenos en Argentina”.
Syomara
se comunicó con David luego de contar con la aprobación de Andrés Barrera y de los
otros administradores del grupo. Ambos establecieron la fecha de encuentro en
el comedor comunitario para realizar una actividad de integración, y fue así
como el 1 de junio los dos grupos se unieron por “La sonrisa de los niños”.
Susana
Torterola aceptó que más colombianos los visitaran. Sin la presencia física de
David las condiciones cambiaron, ya que se disminuyó la frecuencia de las
actividades. Los nuevos voluntarios no contaban con el tiempo suficiente para
asistir al comedor la misma cantidad de veces que los anteriores. A pesar de
esto, propusieron que cada mes algunos integrantes del grupo “Somos más los
colombianos buenos en Argentina”, junto a los primeros colaboradores se reunirían.
Así, entre todos celebrarían los cumpleaños de los niños, realizarían actividades
recreativas y entregarían las donaciones recolectadas.
David
Carvajal regresó a Colombia, pero desde la distancia sigue administrando la
página de Facebook “Comedor La Sonrisa de los Niños”, con la cual comenzó a
difundir su proyecto. Además, está en contacto
permanente con Syomara para transmitirle nuevas ideas y acompañar virtualmente
el proceso, que continúa con menor intensidad
que antes, pero con la misma intención de ayudar a esta comunidad.
La alegría que esconden
los globos de colores
El
pasado viernes 20 de junio fue un día frío, pero soleado. En Argentina se
conmemoraba el Día de la Bandera y algunos lugares estaban vestidos de celeste
y blanco. A la 1:00 de la tarde en la estación Lanús, un pequeño grupo de
colombianos se reunió para continuar su viaje hacia el comedor “La sonrisa de
los niños”. “Uno de los cincuenta comedores comunitarios que funcionan en el
partido de Almirante Brown”, según Susana Torterola, la encargada.
Ese
día Adriana Carrero, Hugo Armando Bejarano, Juan Sebastián Rincón, Walter
Donato, Syomara Garzón, Milly Marcela Ramírez, junto a su
esposo argentino Gustavo Catalano y su hija Sofía, se encontraron para llevar
alegría, recreación y alimentos a los beneficiarios del comedor. En bolsas y
maletines llevaban tortas caseras (hechas por ellos mismos la noche anterior), gaseosas,
globos de colores, obsequios, leche, pan, entre otros productos que lograron
recolectar durante los veinte días posteriores a su primera visita.
Más
de mil personas conforman el grupo de la red social, pero ese día solo asistieron
ellos siete. “Son muchos los que se apuntan, pero a la hora de la verdad casi
siempre somos los mismos los que venimos”, comentó Syomara, cuando habían
pasado varios minutos luego de la hora señalada para el encuentro. El tren que los
llevaría a su destino llegó, decidieron no esperar más y continuaron su viaje
hacía el barrio 2 de Abril, en la localidad de Rafael Calzada. Allí los
esperaban Susana y los niños que asistieron ese día al comedor.
En
la esquina de una calle sin pavimentar estaba el lugar que meses atrás llamó la
atención de David Carvajal. A lo lejos se veían niños
jugando con un balón, otros sentados en unas sillas de colores. Los demás corrían por el lugar. Un letrero azul y
blanco anunciaba en letras mayúsculas el almuerzo de ese día: “GRAN LOCRO”. Al verlo, Syomara le dijo a sus compañeros: “vamos
que nos están esperando. Recuerden que la colaboración es de 35 pesos por
plato”.
Los
visitantes se reunieron en el salón donde poco antes los beneficiarios del
comedor habían almorzado. Se sentaron alrededor de una olla de locro y cada uno
comió su plato de este guiso, que representa una de las comidas tradicionales
de Argentina. Los colombianos expresaron que sabía a sopa casera colombiana. Gustavo,
el argentino, aseguró que era uno de los más sabrosos que había probado. Afuera,
los niños esperaban ansiosos por ver qué les habían llevado ese día.
Al
terminar el locro, comenzó la decoración del lugar. Algunos inflaron los
globos, otros pusieron las serpentinas rodeando un tubo delgado que colgaba
bajo el techo. Syomara acomodó las tortas. Walter y Adriana prepararon la pintura
corporal del color de la bandera argentina, que llevaron para pintarles las
caras a los niños y conmemorar ese día.
– ¿De quién es el cumpleaños? –preguntó en
voz alta una niña que curioseaba el lugar desde la puerta.
– De todos
–contestó alguien desde adentro del salón.
Al
escuchar esta respuesta, la niña corrió emocionada a contarle algo a sus compañeros. Probablemente les dijo que estaban invitados a
una fiesta en la que pronto comerían torta y jugarían con globos de
colores.
Quince
minutos después, todo estaba en su lugar. Los
globos abundaban. Un letrero de “FELIZ
CUMPLEAÑOS” colgaba sobre dos tortas y varias pirámides de vasos plásticos,
donde se serviría la “chocolatada”, que Susana preparaba en la cocina. Los
niños fueron entrando. Syomara, Adriana y Walter adoptaron una actitud que recordaba
el estereotipo de los maestros de preescolar:
pacientes y amables trataban de organizarlos, sentarlos para pintarles
la bandera y explicarles qué harían esa tarde.
La
idea era reunirlos para cantarle a quienes habían cumplido años durante el mes.
Mientras Syomara hablaba, algunos ponían atención, pero los demás estaban
deslumbrados con los globos. Todos querían tener el suyo y trataban de elegir
uno que fuera de su color favorito.
Al
momento de cantar ya no quedaban globos colgando y la canción se escuchó con
una que otra explosión de fondo, acompañada de carcajadas infantiles. Todos
trababan de cuidar su juguete de ese día: con
una mano lo sostenían y con la otra recibían su merienda. El olor de la
“chocolatada” se mezcló con la esencia de coco de la torta. De vez en cuando un
“falto yo” que interrumpía el silencio al momento de comer, era cubierto por
cualquiera de los voluntarios. “Los niños vienen al comedor buscando comida,
pero también alegría, apoyo moral y espiritual, porque aquí somos como una
familia”, dijo Susana Torterola, mientras los veía disfrutar de las actividades
de esa tarde.
Cuando
se acercaba la noche, los voluntarios se despidieron de los niños y de las
mamás que aún estaban limpiando el fogón de leña, en el que hicieron el “GRAN
LOCRO”. Luego de tomar nota de las cosas que podrían llevar el próximo mes,
Syomara y Walter se despidieron de Susana con un “hasta pronto”. Los pequeños,
ya sin globos, disfrutaban de unos dulces, que como sus juguetes de ese día
pronto se les iban a acabar.
Precisamente,
fue esa sensación efímera de alegría, lo que les recordó a este grupo la
importancia que tiene ayudar a los demás. Es por eso, que durante todo el
camino de regreso a sus casas continuaron pensando y planificando nuevas
actividades para las próximas visitas.
Lo que sigue
El
22 de junio, dos días después de la visita al comedor comunitario, algunos
integrantes del grupo “Somos más los colombianos buenos en Argentina” se
reunieron en el Parque Las Heras. Ese día celebraron su primer aniversario,
comentaron las actividades que han realizado, integraron a nuevas personas y
planearon más proyectos.
Alrededor
de un picnic improvisado escucharon las historias de Marko Antonio Mosquera, un
caleño que trabaja como cuentero (narrador oral). Jugaron con Oliver, la
mascota del grupo. Los nuevos integrantes se presentaron y los antiguos
propusieron volver a reunirse el día del niño. Syomara relató a sus compañeros
la actividad de Rafael Calzada. También les habló de David, el joven bumangués
que a través del proyecto “Alegría” comenzó a llevarles ayudas a los
beneficiarios de “La sonrisa de los niños”.
Para
Syomara, la labor que están haciendo con la comunidad del comedor es “la que
más compromiso requiere, por eso es una actividad voluntaria”. Un proyecto al
que cada vez se suman más colombianos buscando “ayudar desinteresadamente, con
pequeñas acciones que beneficien a la sociedad”, aseguró Astrid Malagón, una
madre que integra este grupo de colombianos.
Por
el momento, un músico, un grupo de titiriteros y un bailarín de salsa se
unieron a Syomara y sus colaboradores, para participar en las próximas vistas
al comedor. Mientras tanto, a través del grupo “Somos más los colombianos
buenos en Argentina”, se sigue promoviendo la donación de alimentos.
“Con estas actividades, también queremos poner nuestro granito de
arena para cambiar la imagen del colombiano, porque ya sabemos que los medios
de comunicación nos han estigmatizado bastante”, aseguró la diseñadora gráfica
Katherine Marcelo. Así, Katherine resume el ideal tácito que ronda a quienes
desde pequeños, seguramente han escuchado una frase muy común: “haz fama y
acuéstate a dormir”. Estos colombianos saben que además de ayudar a la comunidad, a través de sus
acciones se ayudan ellos mismos.
Susana Avendaño Lopera
Sussy me gusto mucho tu cronica te felicito, es muy interesante ver a partir de ella las funciones que hacen algunos colombianos por dejar el nombre de nuestro pais en lo más alto.
ResponderEliminarBuena Susana, además la idea de promover cosas buenas de los colombianos y de los extranjeros es una gran forma de contrarrestar un poco la fama. Muy interesante el color de los personajes.
ResponderEliminarCuando leo a mis amigos colombianos, es inevitable sentir una alegría cercana. Pero cuando lees cosas que hacen muchos de los nuestros en el exterior, la sensación es de una total emoción y Susana tiene eso. En casi todos sus trabajos, se percibe esa pasión por contar las cosas positivas y diferentes de nuestra gente. Es por esta razón que resalto la habilidad que tiene esta paisa de organizar las ideas y luego contarnos a través de sus crónicas, el proceso de investigación previo, el contacto con sus entrevistados y todo el carisma que se ve en cada una de sus historias. Una dura mi Susy.
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