jueves, 28 de agosto de 2014

“A la mikve se va sin relojes”

                                                                                                                     


                                                                                                                           
Silvia tenía que salir antes de su farmacia y dejar a su hermano y socio para que cerrara él. La señora Cojaba, cuyo nombre significa “estrella”, la había invitado a la inauguración de la mikve de Barracas, situada en la calle Azara, una suerte de spa donde se realiza un ritual hebraico. Hasta el momento, las mujeres judías del barrio que querían tener su baño ritual, tenían que dirigirse a las mikvaot (plural de mikve) de Once. Ahora había un baño cerca de la comunidad. A Silvia la ortodoxia no le interesó jamás, pero tenía muchos clientes de la comunidad judía religiosa del barrio y todos siempre se portaron muy bien con ella. Especialmente Cojaba, una señora bastante joven que contaba en ese entonces con trece hijos y ya tiene varios nietos. Esposa de un rabino, ortodoxa de cuna y sumamente erudita en su metier. Hija de una judía argelina que nació en el seno de una familia liberal y un buen día dejó el continente africano para estudiar en una Yeshivá de París. La Yeshivá es un lugar donde se estudia Torá, el libro sagrado de los judíos, que coincide con los cinco libros del Pentateuco: Génesis (Bereshit), Éxodo (Shemot), Levítico (Vaykrá), Números (Bemidvar) y Deuteronomio (Devarim). Yael quiso acompañar a su madre Silvia a la inauguración de la mikve, un poco por curiosidad y otro poco para zafar de una reunión organizativa del viaje de egresados a Bariloche.
Ese día, en el medio de las charlas y el ágape, se realizó un sorteo. Cojaba sacó un numerito para ver quién se ganaba el primer turno en la mivke. Salió el número de Yael. Todas las presentes se rieron porque la joven era soltera y el premio no le sirvía. Las mujeres ortodoxas van a la mikve al finalizar el período menstrual y antes de reencontrarse sexualmente con sus esposos. Inmediatamente, Cojaba se apresuró para cambiarle el premio por unos repasadores y volver a sortear.


La religión judía tiene tres distintas vertientes: el judaísmo ortodoxo, el conservador y el reformista. El movimiento reformista, o judaísmo liberal, fue creado en Alemania en el siglo XIX como un intento de adaptarse a los cambios sociales producidos por la Modernidad. La tendencia liberal se trasladó posteriormente a Estados Unidos. El movimiento conservador se estableció en la segunda mitad del siglo XIX. Sus fundadores no querían identificarse con la ortodoxia, que juzgaban anacrónica. Tampoco acordaban con el reformismo, que cambió de forma radical la religión. Los conservadores fijaron para ellos cinco principios: el cumplimiento de los preceptos positivos, es decir, aquellos que hay que realizar; el hebreo como lengua de rezo; el cuidado del kashrut (es decir, qué y cómo se puede comer); el shabat (sábado) como día de descanso y la creencia en el día de la redención. El movimiento ortodoxo sostiene la creencia de que Dios otorgó al pueblo judío la Torá escrita y condujo al proceso de la Torá oral, es decir, la interpretación. El principio fundamental es el cuidado riguroso de las leyes del Shulján Haruj, un libro compilado por el rabino Iosef Caro en la ciudad de Safed (Norte del actual territorio israelí) en el siglo XVI, que contiene las principales leyes judías y los 613 preceptos. También se lo llama Halajá. La principal tendencia conservadora o liberal en Argentina se consolidó institucionalmente en 1962, cuando el rabino estadounidense Marshall T. Meyer fundó el Seminario Rabínico Latinoamericano. Es el lugar donde se forman los rabinos conservadores y reformistas argentinos y, desde hace aproximadamente veinte años, también rabinas.

Habría que desmitificar una serie de prejuicios sobre el judaísmo. En primer lugar, la idea de que el sexo sólo es para concebir. En segundo lugar, y en consecuencia, el mito de la sábana que separa los cuerpos de las parejas y que sólo permite la penetración a través de un orificio. 
Según el enfoque de Jabad Lubavitch, un movimiento judaico internacional deudor del jasidismo del siglo XVII y XVIII, no existe tal cosa como la cultura “judeo-cristiana”. La visión del sexo como impulso maligno y la idea de pasión como Dios supremo es rechazada por el dogma judío ortodoxo. En el contrato matrimonial está estipulado que el esposo debe satisfacer las necesidades sexuales de la esposa. “El placer sexual de la mujer no constituye un tabú, sino su derecho dentro del matrimonio.” Uno de los argumentos que esgrime Jabad Lubavitch es la etimología de los términos hebreos. El primer hombre fue llamado “Adám” porque fue creado de la “Adamá” (tierra o suelo) y la traducción se mantiene casi idéntica. Sin embargo, Eva no guarda relación con el original hebreo “Javá”: “Eva se deriva del término oeff’, palabra que en inglés antiguo significa mal.” Jabad Lubavitch ve en esto una asociación con la idea de pecado, tentación y ulterior caída. Sin embargo, Javá viene de la raíz “jai”, que significa vida. La ortodoxia judía considera que la perspectiva romántica del matrimonio ha sido tergiversada por la idea de una supuesta moral judeocristiana que no sería tal. No obstante, existe en el judaísmo más religioso cierta noción de santidad de la relación física en el marco del matrimonio. Los modos de vida contemporáneos y heterodoxos pondrían en riesgo esa idea de santidad. La perspectiva de Lubavitch y de la ortodoxia en general no se considera legataria de lo que llaman “cultura occidental y cristiana” y en ese ámbito es donde entraría el rechazo a la idea de tentación carnal. El sexo es sagrado pero sólo al interior del matrimonio. Pero incluso la sexualidad tiene sus protocolos.

Fabiana no siempre fue religiosa. Durante muchos años, vivió el judaísmo de manera liberal. Cursó el profesorado de inglés, aprendió canto y buscó respuestas a sus preguntas en todas las disciplinas esotéricas disponibles en Buenos Aires. Un día descubrió que el judaísmo tenía respuestas a todos sus interrogantes (respuestas tentativas, como lo son todas, pero con siglos de aceptación) y eligió la ortodoxia como modo de vida. Se casó, tuvo cinco hijos. En el barrio de Barracas es conocida por su hermosa voz. Doce años después de la inauguración de la mikve del barrio, en donde ella cantó, Yael le golpea la puerta y ella la recibe con café y rosquitas. Primero que nada, le enseña a distinguir entre las miztvot, es decir, los preceptos, y el jok, o sea, la ley. La ley no tiene explicación, se basa en la fe. La tebilá (es decir, el ritual que se realiza en la mikve), si bien forma parte de otras mitzvot, es más bien un jok. No es tan clara su prescripción como en el caso del kashrut.
La tebilá es un método preventivo que la ciencia hoy apoya. –asegura–. Impone a la pareja cinco días sin contacto durante la menstruación. Ni siquiera sentarse juntos. Se establece una relación de amistad, lejos del hastío de la cercanía permanente.

La noción de matrimonio judío se basa en la idea de reencuentro de dos almas que se originan en el shamaim (cielo) y que cuando advienen a la vida, se separan. La boda es ese reencuentro y estos siete días reactualizan ese tiempo de separación. Son jornadas de renovación de ganas para que la unión sea más dulce.
Después de los cinco días de menstruación, vienen los siete días de purificación, llamados “días blancos”. Durante ese tiempo, que corresponde a la reconstrucción del endometrio, la mujer se hace una serie de revisaciones llamadas Bediká. No se mantienen relaciones durante esos días, lo que evita que quede alguna herida abierta. La revisación última se llama Efsek Tahará, que viene de tahor, es decir, puro. Esta revisación se hace antes de la caída del sol.
A la mikve se va sin nada cuenta Fabiana. Hay una mujer, la balanit, que controla que no tengas ni una sola uña larga, ni un anillo, ni un poco de rimmel. No te mira exhaustivamente, pero chequea que todo esté ok, te da la toalla y te acompaña hasta el agua.
Está en cada uno ser riguroso: “Todo depende de cuánta ir hat shamaim tenés, o sea, ‘temor al cielo’. Cuánto más temor al cielo, mejor persona sos, porque este temor reemplaza todos los otros miedos posibles.” La tebilá consiste en una serie de inmersiones. El objetivo también es relajarse y salir de la rutina, lograr que te rodee toda el agua. Se dice una berajá (bendición) después de la primera inmersión y se continúa con otras seis. Finalmente, al salir del agua y cubrirse con una toalla, se pide por los hijos, por el hogar, por el marido, por algún enfermo en proceso de sanación, etc. Es un momento de mucha santidad. Tanto, dice Fabiana, que en el siglo XIX, en Rusia, muchos lo hacían en aguas naturales y al aire libre. “Al finalizar el ritual, se tiene el sentimiento de lo que puede ser el mundo venidero. Esto se debe a que el cuerpo de la mujer es un potencial creador que se asocia con Dios para dar vida. Si el óvulo no fecunda, es una pérdida de vida. Por eso se considera la sangre menstrual como impura, y no por la idea de suciedad.” 
La tebilá es un ritual que se realiza “sin relojes”. El tiempo que corre debe quedar afuera para lograr la relajación más completa posible. Según Fabiana, la construcción de la mikve es más importante que la de una sinagoga, porque constituye la santidad del pueblo judío: si la mujer no realiza el ritual, no puede reencontrarse con el marido ni concebir. Es una ley que no se puede explicar ni comprender con el intelecto. Es algo que hay que hacer para poder sentir: “Nuestra frase para eso, que se aplica a muchos aspectos de la tradición, es ‘Naasé ve nishma’; está tomada del libro de Éxodo y significa “haremos y escucharemos”. Primero se lleva a cabo la ley y luego se entiende el por qué. En esto radica nuestro libre albedrío.”  


Yael acampó junto con sus pares en el Monte Guilboa, cerca del lago Tiberias, que en hebreo se dice Kineret. Sus aguas son azules y el movimiento parece el de un mar, pero es un lago. El día que fueron de excursión al Kineret, Yael se metió con las Topper blancas porque la orilla estaba llena de piedras y antes de salir de su única inmersión, se llenó una botellita con agua de recuerdo. Pero era un lago, no un mar. Y la tebilá se hace en aguas corrientes.  

Para evitar ardores genitales en el Mar Muerto, Yael procuró no abrir mucho las piernas. En todo Israel procuró no abrir mucho las piernas por si daba vueltas el Espíritu Santo (Yael no cree en brujas pero que las hay, las hay). De todos modos, Nazareth no estaba en el recorrido turístico. Lástima. A ella le fascinan las iglesias ajenas y además, es una de las ciudades israelíes con mayor población árabe, así que se debe comer muy bien. Si tuviera que reflexionar sobre las veces en que sin pretenderlo, hubiera cumplido con el ritual de la mikve, no sería el caso del Mar Muerto, porque sumergirse ahí es imposible, so pena de un ardor de ojos colosal. De todos modos, Yael se metió, se sacó fotos, intentó alguna pose flotando en esas aguas que parecen aceite y sin tener en cuenta que la flotación le impediría tener total autonomía sobre sus movimientos, tuvo algunos percances: padeció unas gotitas de agua salada en el ojo, que no se podía limpiar poque tenía las manos mojadas con la misma agua. Se la bancó. Cuando salió, se le curaron algunos callos de los pies. De ahí también se llevó una botellita y hasta probó del líquido unos años después para ver si sentía la sal. Se sentía.

En el río Jordán hizo remo pero el bote dio vueltas sobre su propio eje. Tarde y con grandes esfuerzos, llegó al final del trayecto con sus compañeros y se olvidó de elongar los brazos, pero no de traerse una botellita con agua del río en donde bautizaron a Jesús. No se sumergió en las aguas, no estaba previsto. 


Las palabras de Fabiana convencieron a Yael por su coherencia, pero como la joven tiene una inclinación heterodoxa, necesita que algún rabino conservador o reformista la oriente. Se dirige a la comunidad Amijai de Belgrano, ubicada en Arribeños 2355, en pleno barrio chino. La recibe el Rabino Alejandro Avruj.
¿Cuál sería el origen de esta práctica?
El ritual de la mikve es uno de los más antiguos que tiene el pueblo judío. El agua está profundamente asociada no sólo a la tradición judía sino a una cantidad de culturas en todo lo que concierne a la purificación, la espiritualidad y el renacimiento. Inicialmente tiene que ver con la idea de la renovación. El agua es el único elemento que aparece en el libro del Génesis que indica cómo era el mundo anterior al mundo. El primero de los versículos dice: En el comienzo de la Creación de Dios, todo el universo, estaba en medio de la oscuridad, en medio de un caos revuelto, y la oscuridad se cernía sobre el abismo. Y el espíritu de Dios se cernía sobre las aguas.” Es el único elemento que aparece: una especie de mar gigantesco revuelto en la oscuridad y caótico, donde Dios comienza a poner claridad, luz, orden. Así como se sabe científicamente que el origen de la vida nace en el agua, según la Biblia también: el primer ser vivo que aparece en la tradición del génesis son los peces, y de allí salieron los reptiles y de allí salieron las aves. Todo lo que tiene que ver con el mundo de la ciencia, ya lo dice el génesis hace varios milenios. El agua está profundamente asociada con el nacimiento y el renacimiento. La tebilá en la mikve es un ritual que se utiliza para una cantidad de momentos relacionados con nuevos comienzos.
¿De dónde viene la palabra mikve?
De Mikvá, que es el lugar donde se unen las aguas, que a su vez viene de la palabra tikvá, que es esperanza. Tiene que ver con el lugar en donde esa esperanza nace.
La tebilá, según el rabino Avruj, debe realizarse en un lugar de aguas naturales y corrientes. La prescripción de la mitzvá exige que el agua fluya, que no esté estancada. Puede ser un mar o un río, pero no un lago.
¿Cuál es el valor simbólico del agua?
El agua está presente en la mayoría de las culturas religiosas en lo que concierne a la purificación. Es como el bautismo en la religión cristiana. Volviendo al Génesis, hay una historia muy linda que dice que cuando Dios manda el diluvio, el mundo estaba envilecido y sacudido por la corrupción y la maldad. Dios hace renacer la humanidad con Noé. Nosotros desde acá vimos un diluvio pero Dios lo que hizo fue meter el mundo en una mikve, para darle una nueva oportunidad.
¿Cuáles son las fuentes donde aparece mencionada o aludida esta práctica?
En la Torá aparece como “mikvaot ha maim” (fuentes de agua) en el Génesis. En el momento de la creación, cuando Dios divide la Tierra del Agua, juntó las grandes mikvaot shel maim (fuentes de agua) y las separó. En el relato del diluvio se abrieron las grandes fuentes del cielo y cayeron las aguas. El ritual aparece más fuertemente decretado en los textos de la Mishná y el Talmud, que son compilaciones de comentarios sobre la Torá, posteriores a los tiempos bíblicos, donde ya existían estas prácticas. Incluso hay otras costumbres que hoy se hacen de manera más natural, que son desprendimientos de aquellas. Por ejemplo, antes de la bendición del pan se realizan tres lavados especiales de manos y se pronuncia una bendición especial que se llama “Netilat iadaim”. Algo que parece natural y obvio, no es ni natural ni obvio. El primer chorrito es para sacar la suciedad. El segundo es para limpiar el agua sucia con la cual se limpió la suciedad. El tercer chorrito es para demostrar que no se enjuaga para lavar sino para purificar el espíritu antes de comer. Ciertas tradiciones nos dicen que algunos grupos, especialmente los esenios, antes de ir a la mesa a comer el pan, iban a la mikve. El acto de lavarnos las manos es una pequeñísima expresión de cómo era esta tradición en la antigüedad.
¿En qué consiste la construcción de la mikve a nivel técnico?
 Se trata de dos piletas contiguas. En una se junta agua de lluvia y en la otra, agua calentita de la canilla. Esto es posible gracias a un sistema que tiene que estar corriendo todo el tiempo, pero con agua nueva, cristalina. Se abre una compuerta y, como las dos fuentes tienen la misma cantidad, las aguas no se mezclan. El líquido funciona como una pared. Pero se chocan y es como si se besaran. Cuando te metés en el agua calentita, simbólicamente también te estás metiendo en una pileta que tiene agua de lluvia. Ese es uno de los sistemas.
¿Está pautado el rito?
Hay diferentes salmos o textos que se pueden leer. Generalmente, uno se sumerge tres veces en la mikve. En algunas tradiciones, siete veces. Tiene que ver con una conexión espiritual con lo más profundo de uno. Bajo el agua, los sentidos cambian: uno no ve ni escucha igual. El agua te cubre por completo: la idea es volver al origen como si fuese un gran útero y renacer para un proyecto: de casamiento, de familia, de identidad judía, de sanación, del nuevo año, etc. por eso se va sin ropa ni accesorios. Exactamente como uno vino al mundo para comenzar otra vez.

Fabiana coincide con el rabino liberal en la concepción de la impureza. Según Alejandro Avruj, al decir “puro” o “impuro”, uno suele poner una connotación moral. En el mundo bíblico, no tiene que ver con eso. Una persona es impura porque ingresa a ese estado y así como ingresa puede salir. No se vincula con su conducta ni con sus actos, ni con sentimientos o forma de ser. En esos tiempos había muchas formas de impureza en tanto estado del cuerpo: las secreciones cutáneas, el período menstrual, el contacto con un muerto, etc. Por ejemplo, cuando uno sale de un cementerio, se tiene que lavar las manos. Se ingresa en un estado que requiere una limpieza, una mikve. El rabino aclara: “No son tradiciones que nosotros sostengamos en el mundo más liberal pero sí existían en otros tiempos y está prescripto qué hacer en los textos de la Halajá.”

Chantal se casa. Ella y su novio Marcelo acordaron una ceremonia liberal oficiada por la rabina Karina Finkielsztein. En algún momento, Chantal también quiso ser rabina pero se inclinó por el psicoanálisis. Unos meses antes de su casamiento, ella calcula cuándo tendría su último período antes de la boda, para poder realizar la tebilá según el rito liberal. La rabina le sugiere que invite a las mujeres más importantes de su vida. Llega el día fijado, un miércoles de mayo. Somos cinco las presentes. Karina nos explica que el origen de la práctica se rastrea en las primeras fuentes bíblicas, donde se dice que Dios separó los cielos de las aguas. Mientras tanto, Chantal se prepara y una vez que tiene sólo una salida de baño, entra a la mikve y se sumerge. Ahí entramos nosotras. El recinto es pequeño, tiene una pileta en forma de L y alrededor una superficie donde sentarse. A duras penas entramos en cuclillas. Chantal está parada en la pileta y apenas sobresalen sus hombros. Las luces están apagadas y sólo hay una vela prendida así que no se ve su desnudez. Karina orienta el orden de las inmersiones. Le pide a Chantal que cada vez que se sumerja piense en la etapa que se cierra y en las cosas que desea dejar atrás. Luego, le pide a Yael que prenda la segunda vela. “Esa vela la vas a guardar y cuando Marcelo y vos busquen su primer hijo, volverás a encenderla. Vamos a regalarle ruaj a Chantal.” Empezamos a cantar. Sin letra. Sólo tarareamos una melodía harto usada en los rituales judaicos. Ruaj significa hálito, soplo, espíritu, viento. Y es una de las primeras palabras que aparece en el Génesis. Salimos del recinto, húmedo y caluroso. Chantal permanece sola en la mikve en un momento de introspección total. Sale, se cubre con la salida de baño, y se sienta en la mesa del salón contiguo con todas nosotras, muertas de hambre, como si hubiéramos hecho diez largos y anchos, muy dispuestas a comer masitas. Entonces, Karina nos enseña que la novia está en uno de sus momentos más sagrados y que tiene una suerte de conexión Wifi con Dios. Por eso, antes de comer, nos puede dar bendiciones.

Alguna vez Karina le concedió un reportaje al diario Clarín donde afirmó “La religión judía es más de preguntas que de respuestas”, mientras que Fabiana había encontrado en la religión, todas las respuestas que buscaba. Yael se pregunta si no estará allí la diferencia filosófica fundamental entre la ortodoxia y el judaísmo liberal. Lo que define el punto común del judaísmo reformista o conservador está en las palabras de Karina: “Todo depende de en qué comunidad quieras vivir tu judaísmo.”




Calor. Mucho calor. Los guías del contingente de jóvenes argentinos no avisaron a sus huéspedes -quizás no lo sabían- que iban a pasar por Mea Shearim, el barrio ultraortodoxo de Jerusalén. En los alrededores del Muro de los Lamentos, hay mujeres que se dedican a ofrecer, si no a imponer, pañuelos negros con los que taparse los brazos y las piernas. Son como centinelas del recato. Yael tiene un enterito violeta corto y una musculosa. El pañuelo negro le sirve para los hombros, pero nada más. Por primera y única vez, siente que sus rodillas, sus antebrazos, sus codos están desnudos. No le importa demasiado, pronto estará en el sur, en Eilat, una ciudad que se yergue sobre el mar rojo. Ahí sí hay aguas corrientes.

                                                                                                    Yael Tejero  

5 comentarios:

  1. Yael, te felicito por tu crónica, me gusto mucho además aprendí conceptos que no conocía sobre el judaismo.

    ResponderEliminar
  2. Me volvió a pasar lo de la otra vez que cuando mando a publicar el comentario se me borra, agrrghh. Voy a intentar replicarlo pero seguro me olvido de algo.
    Me gustó. Hay data muy interesante ahí que solamente alguien como Yael podía ir a buscar con esa suerte de llave que tiene para un código muy complejo de desovillar. Un fisgoneo suculento. La tercera persona me sorprendió --cuando leí por primera vez "Yael" pensé que era parte de un copete escrito por otro, un editor, supongo, imaginé. Pero después --el delay a mi cargo-- entendí que era una estrategia, una que me resultó inquietante hasta el final. Me parece lo más atrevido del texto, ir por un camino que siempre se desaconseja, el swing maradoniano del yo. No creo que por mi parte hubiese tomado por ese lado ni que vaya a hacerlo pero es bueno siempre que en el mundo de las posibilidades haya quien tome esas que otros desaprovechamos. Hay puntos como "Karina nos enseña que la novia está en uno de sus momentos más sagrados y que tiene una suerte de conexión Wifi con Dios" que cortan muy bien con la solemnidad propia de cualquier ritual como el que trabaja.

    ResponderEliminar
  3. Me gustó mucho el comienzo, nos introduce al judaísmo de una forma muy amena (admito no saber absoultamente nada) y engancha con la anécdota simpática. También me gusta cómo toda la información se va mezclando con el relato del viaje, me encantó y me quedé con ganas de saber más acerca de la experiencia de Yael. El recurso de la tercera persona me pareció interesante y, coincido con Vale, con evitar ese swing maradoniano del yo, pero en esta ocasión me hubiese gustado escucharlo de Yael, que además sabe mucho del tema y lo vivió. Disfruté la lectura, muy bueno!

    ResponderEliminar
  4. Adhiero a los comentarios anteriores: me gustó mucho tu crónica porque no sólo está dirigida para los conocedores de la temática sino que también nos incluís a aquellos que estamos un poco más perdidos. Admito también que me desconcertó un poco el uso de la tercera persona y me genera curiosidad saber por qué la elegiste por sobre la primera.
    De todas formas me encantó tu texto y la forma en que combinaste diálogos con información y anécdotas.

    ResponderEliminar
  5. Buscando saber sobre mikve, sigo videos de kabbalah mashiah por Albert Gozlan, en su clase 8 del sefer yetzirah habla de la importancia que tiene para meditar y hacer revertir eventos. Muchas gracias por tu relato.

    ResponderEliminar