El sueño roto de
Gabriel Spartino. Un alivio de luto antes del aniversario del 2 de abril. Los
circuitos de excepción. El rastro de Mariano Bruera. Cómo una solución puede
convertirse en un problema.
Luciano Lahiteau
El 21 de octubre de 2013, Gabriel Spartino tenía fe.
Desde que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner había anunciado, en
junio de 2012, el lanzamiento del Programa Crédito Argentino (Pro.Cre.Ar), este
analista de sistemas cuarentón, regordete, con las manos grandes como galletas
a las que acude para explicarse, supo que la oportunidad de abandonar
veintitrés años de peregrinación como inquilino había llegado.
El 27 de febrero de 2011, Enrique Sette se sentía
complacido. En un acto que se celebró en el Salón Dorado del Palacio Municipal
de La Plata , el
intendente Oscar Pablo Bruera lo ordenaba como Secretario de Gestión Pública,
añadiendo un nuevo eslabón a la cadena de cargos públicos que este arquitecto
entrecano, de formas duras y ojos grises había hilvanado gracias a su buena
ubicuidad política.
El 22 de octubre de 2008, el fiscal Jorge Paolini tenía
certezas. Luego de una investigación previa, había dado inicio –junto a su
colega Esteban Lombardo- a un expediente en la UFI
N º 8 de Investigaciones de Delitos Complejos en el que este
joven de espalda pequeña, boca estrecha y flequillo beatle, acusaba a Mariano
Bruera, el hermano del intendente asumido ese mismo año, y a Hernán Bracco, de falsificación
de documentos públicos y defraudación para beneficiar a concesionarios de
servicios públicos.
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La fe de Gabriel Spartino tuvo su gratificación el 22 de
octubre de 2013, cuando el sorteo de la Lotería Nacional lo consignó
entre los beneficiarios del Pro.Cre.Ar. Era la oportunidad que había estado
esperando: hasta entonces, todos los llamados a concursar habían sido para
remodelación y construcción, nunca para aquellos –como él– que no fueran
propietarios de tierras. “En el mismo momento de alegría por el sorteo,
teníamos la desazón de ver que los terrenos disponibles en La Plata no cumplían los
requisitos del programa”, dice ahora, jugando con las manos, peinándose las
cejas con los puños. Por causas especulativas, las parcelas disponibles, dice
Spartino, superaban ampliamente el rango de $120.000 y $150.000 que establecen
las bases del programa impulsado por el Estado Nacional. El sueño había sido
corto.
Spartino usa camisas cuadrillé aunque no juegue al
rugby. Tiene ese cabello rojizo y fino que en el interior de la provincia de
Buenos Aires, de donde viene, identifica a los gringos. A pesar de la
hiperinflación, sus padres pudieron sustentar sus estudios en 1990, el año en
que llegó a La Plata. Desde
entonces Spartino, que ya se graduó como analista de sistemas informáticos, que
ya se casó y que ya vio nacer a su hija Fiorella, de seis años de edad, es
inquilino. En todos estos años, Spartino nunca militó en política ni se
preocupó por otra cosa que no fuera el bienestar de su familia, aunque se
enorgullece de su frase célebre favorita: “Conmigo quien quiera, contra mí....
¡quien se atreva!”. Lo fanatiza The Wall,
de Pink Floyd, y, al mismo tiempo, cree que lo importante es la educación. Tal
vez por eso sintió, sobre el final de 2013, que él y los otros beneficiarios
del Pro.Cre.Ar. que venían encontrándose semana a semana en la Plaza Azcuénaga de 19 y 44,
preocupados por los precios en el mercado inmobiliario, estaban capacitados para
organizarse, formar una comisión y llevar una propuesta de solución al
Ejecutivo municipal.
–La propuesta fue comprar lotes rurales en forma de
consorcio. Al intendente Bruera le pareció muy interesante, porque se generaban
tierras habitables.
Con ese fundamento y el apoyo del grupo de beneficiarios
que representa Spartino – “Hoy somos 3.200 miembros en el grupo de Facebook,
pero manejamos unos 1.500 beneficiarios reales”, calcula– una ordenanza
bendecida por el intendente Bruera creó un registro de oferentes de tierras
para beneficiarios del Pro.Cre.Ar. y abrió una vía exprés para los trámites de rezonificación
en el municipio. En febrero de 2014, antes de que se cumpliera el primer
aniversario de la inundación del 2 de abril, Bruera promulgó la Ordenanza Municipal
Nº 11094, que creó el registro de oferentes de tierras (el cual caducaría a los
noventa días de su apertura) y autorizó al Departamento Ejecutivo a implementar
un “procedimiento simplificado para el visado de planos” que acelerase los
plazos administrativos, dados los límites que establecen los reglamentos de
Pro.Cre.Ar. .
–Ahí hay un punto de partida equivocado –apunta un
colega de Sette, Alejandro Casas, quien forma parte del Instituto de Estudios
Urbanos del Colegio de Arquitectos Distrito 1 de la provincia de Buenos Aires–
porque son zonas de suelo rural que pasan a ser recalificadas como suelo
urbano, al menos en todos los casos que se registran hasta ahora.
Alejandro Casas es un hombre de contextura mediana y voz
profunda. Tiene una mirada desafiante en esos ojos de color marrón y
circularidad perfecta, que de vez en cuando se ensombrecen bajo un flequillo
peinado a mano, que cae en diagonal sobre sus cejas.
–El problema es que está todo en suelo rural –continúa–.
A nosotros nos parece interesante agotar el suelo urbano primero, antes de
pasar a lotear suelo rural que está desprovisto de cualquier tipo de
infraestructura.
Casas y sus colegas del IEU son partidarios de ciudades
densas, es decir, de aglomeraciones urbanas concentradas que prioricen la
ocupación intensiva del suelo urbano y reserven cordones rurales cercanos que
lo oxigenen. Desde que el Ejecutivo municipal empezó a convalidar tierras (a
través de dos decretos, el 871 y el 872), los investigadores del IEU se han
dedicado a analizarlos uno a uno.
–Son muy al borde –dice Casas mientras señala diez
puntos rojos en la pantalla de su laptop. Cada uno de ellos corresponde a un
nuevo terreno, creado a partir de las ordenanzas especiales. Y si bien hay
algunos que dicen tener aptitud hidráulica, dudo que eso, después de lo que
pasó el 2 de abril, sea fehaciente.
Casas lee en voz alta los decretos firmados por Bruera
donde se aprueban diez terrenos a rezonificar en dos tandas de cinco parcelas.
Comienza por el 871/14 y sigue la lectura con el dedo índice sobre la pantalla y,
como habiendo encontrado la respuesta a un juego de ingenio, suelta: mirá. Es
un predio ubicado entre las calles 56, 58, 163 y 165 de Los Hornos, la
localidad más populosa de La Plata. Debajo
de las especificaciones catastrales, los registros de propiedad y planos de
mensura se ven los documentos que el municipio cree suficientes para hacer de
esos terrenos un lugar habitable: alcance de los servicios públicos, proyecto
de apertura de calles y “constancia de solicitud de Prefactibilidad de Aptitud
Hidráulica ante la Dirección
provincial de Saneamiento y Obras Hidráulicas”. El hallazgo satisface y amarga
al mismo tiempo. En lugar de exigir la aptitud hidráulica, el municipio se
conforma con la constancia de solicitud, un documento que no prueba nada más
que el inicio del trámite.
–Me parece que por la desesperación de salvar la
actividad económica y por la falta de suelo en la región, las cosas se están
llevando adelante de una manera que es perfectible.
Casas ahora se detiene en una parcela del barrio El
Rincón, de Villa Elisa, una localidad verde, el límite norte de La
Plata. El punto rojo se cae del ejido
urbano. Al oeste lo limita un bosque de eucaliptos que pertenece al Ministerio
de Asuntos Agrarios. Por al lado le pasa una línea gris, un curso de agua. La
dirección es 43bis y 132, que es la vera del arroyo Carnaval, una zona que se
inundó un metro y medio en 2008, señala el arquitecto Casas. Se equivoca, el
agua alcanzó el metro ochenta.
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A inicios de marzo de 2008, uno de cada siete vecinos de
La Plata tenía
el agua al cuello. Así lo calculó Carlos Mariescurrena, director de Defensa
Civil, que en una nota de El Día del 5 de marzo de ese año, atestigua que los
anegamientos “tuvieron un impacto en un área muy extensa, entre quienes viven
en las cuencas medias y bajas de los arroyos El Gato, Carnaval, Martín, Don
Carlos y Rodríguez”. Además, el organismo contó la pérdida de una vida –un hombre
que se infartó por el susto y la impotencia–, 2.437 evacuados y más de 90 mil
personas afectadas por el temporal, algo así como uno de cada siete platenses.
Por entonces, se comenzó a hablar de la construcción
ilegal y descontrolada a la vera de los arroyos como una de las razones del
desastre, algo que se confirmó el 2 de abril de 2013. En una nota publicada en
mayo de 2008, el periodista de Clarín
Cristian Scarpetta comprobaba desde un helicóptero lo que los vecinos platenses
venían viendo desde hacía algunos años: el avance de la urbanización hasta el
borde mismo de los arroyos, un despliegue de la mancha urbana que se da de
bruces con el artículo 59 del Decreto Ley 8912 de la provincia, que prohíbe
construir a menos de cincuenta metros del cauce. “Casas levantadas sobre
terrenos anegadizos, miradores construidos sobre el arroyo Carnaval, piletas de
natación cavadas junto a los riachos y desagües enrejados por cuestiones de
seguridad –como en el country Grand Bell– son ejemplos que están a la vista”,
apuntaba el cronista.
El arquitecto Enrique Sette no tuvo que lidiar con aquel
desastre. Por entonces trabajaba como funcionario del Ministerio de
Planificación Federal y su relación con Bruera era solo partidaria. Militó para
el futuro intendente embanderando un local en la avenida 53 entre 16 y 17, por
lo que fue premiado con el cargo de Secretario de Adoctrinamiento del Partido
Justicialista de La
Plata. Sette cultivaba un afán político-pedagógico desde
hacía unos años, cuando estuvo al frente de la Dirección Provincial
de Planificación y Control de Gestión en tiempos de Felipe Solá. Allí llevó a
cabo su mejor creación, el Instituto Provincial de la Administración Pública
(IPAP), un organismo que busca formar “a los agentes provinciales” para su “crecimiento
profesional y personal”, de modo que puedan hacer valer su derecho “a la
capacitación para transformarse y transformar la sociedad”.
El destino, sin embargo, le guardaría un desastre mayor,
el del 2 de abril. Como el intendente Bruera –que a pesar del surrealista
mensaje emitido desde su cuenta de Twitter estaba de vacaciones en Brasil–
Sette no estaba en su oficina del Palacio Municipal en la mañana del 3 de abril.
Si hubiese querido estar no lo hubiera logrado, porque esta vez el agua había
llegado también al centro y se había cobrado 89 muertes,
según la investigación –ahora validada por la Suprema Corte – del juez Luis
Federico Arias.
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El fiscal Jorge Paolini tuvo la crueldad de los
justicieros la tarde del 8 de julio. Mientras buena
parte del país se sentaba frente al televisor para asistir a la sanguinaria
victoria alemana sobre Brasil, Paolini llegó al Palacio Municipal acompañado
por efectivos de la policía bonaerense. Estaba allí para cerrar el círculo de
su investigación. Entró con orden judicial a las oficinas de Enrique Sette, de
Gustavo Petró (director general de Planeamiento y Obras Particulares) y de
Roberto Moreno (director de Planeamiento) y pidió la captura de los
funcionarios. También la de los empleados municipales Rubén Edgardo Moratis y
Cristian Ibarra, quienes actuarían en conjunto con Mariano Bruera, hermano del
intendente. El juez de Garantías Nº3,
Pablo Raele, negó los pedidos y pidió más pruebas que las del fiscal, que
incluyen más de treinta horas de escuchas telefónicas.
La causa se inició a partir de la denuncia del ingeniero
agrónomo Guillermo Andreau. Según relatan los medios periodísticos, Andreau
aplicó a la ordenanza 11094 con una parcela en 52 entre 162 y 171, por la que
empezó a recibir llamados en los que lo invitaban a realizar pagos para
agilizar los trámites de rezonificación. Según los trascendidos, los
investigados llegaron a pedir un pago de 138 mil dólares y otro de 78 mil
dólares.
–Yo hice la denuncia porque estas cosas no se pueden dejar
pasar, yo quise ayudar de alguna manera a los beneficiarios del Procrear y,
claro, sacar un rédito económico, pero bajo normas legales –le dijo el
denunciante al portal Infopoliciales.
Ahora, Sette y los otros tres funcionarios están
sospechados de formar una asociación ilícita y pedir coimas a Andreau, mientras
Pablo Bruera busca desligarse. El intendente le pidió a la Dirección de Asuntos
Legales presentarse como “particulares damnificados”, un planteo que debe ser
resuelto por el juez Raele. El fiscal Paolini, en tanto, sigue detrás del
rastro de Mariano, el hermano del jefe comunal, a quien conoce desde aquella
investigación de 2008, cuando un transportista de Avellaneda declaró que Bruera
y su socio le ofrecieron que aportara un millón de pesos en efectivo a cambio
de licitaciones de recolección de ramas y otros servicios. Por aquel entonces,
el denunciante hablaba de Mariano como “el recaudador”.
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Mariana Sáez es bailarina y tiene treinta años. Como Gabriel
Spartino, forma parte de la comisión del grupo unificado de beneficiarios de
Pro.Cre.Ar. y como Matías David López, periodista, del grupo de beneficiarios
Los Teros, evitan caer en la palabra desilusión, pero sí admiten estar
preocupados.
–No sabemos qué pasó. Y obviamente no confiamos en nadie.
Pero también sabemos que hubo grandes grupos inmobiliarios que quedaron por
fuera del negocio de subdvidir, y que habían amenazado con demostrar
irregularidades. Así que no sabemos en medio de qué tironeos estamos. Lo que
nos preocupa es que, según algunas informaciones, habrían secuestrado nuestros
expedientes, y eso nos va a demorar todo más aun.
–Es la historia de una nueva oportunidad perdida –dice hoy
el arquitecto Casas con la mirada a punto de estallarle en la cara-. Frente a
toda esta gente que quiere tener su vivienda, con el gobierno nacional que pone
los fondos, era una chance excepcional para revitalizar los subcentros urbanos.
Pero lo que hizo el municipio fue correrse y dejar que la inversión la hiciera el sector privado, en lugar de planificar el crecimiento.
Gabriel Spartino prefiere no hablar. Dice que para
integrar la comisión, armar la ordenanza y explicar las bondades del
Pro.Cre.Ar. postergó horas de trabajo y familia, que no quiere hablar de esto
ahora y que no tiene ganas de pensar qué sucederá. Eso, ya no tiene ganas.
Excelente crónica.
ResponderEliminarCoincido con Paula: Excelente crónica. Destaco los datos periodísticos, en una crónica en la que no podían faltar.
ResponderEliminarDestaco la descripción detallada de las personas, el uso de fuentes documentales, los datos concretos y las cifras que sustentan la crónica.
ResponderEliminarSe nota una posición crítica en cuanto al tema y conocimiento de la situación.
Muy buena. Excelentes las descripciones: los planos cortos están en HD. Excelente el ritmo, el arranque, cómo está organizado el suspenso --la entrada del fiscal es cinematográfica, y el resto de la distribución, de la propuesta narrativa, funcionan perfecto. Se nota que está craneada, que hay un proyecto de escritura previo a la redacción, y eso es para agradecer cuando son notas con tanta data --la data también te puede desangelar la cosa y hay que lograr una estrategia de aparición de la info para que no agobie, pienso. Hay mucho dominio y mucha seguridad para presentar información difícil, problemática --no es lo mismo hablar, no sé, me pongo por ejemplo por las dudas, de un mago y cómo ensaya que de estos muñecos, gente que te puede hacer llegar una cartita documento mañana a la mañana a la redacción y atragantarte el café, ¿me explico? Y no quiero decir con eso que un tema convoque más periodismo o responsabilidad que otro, cada uno puede ir para donde se le antoje y toda nota, supongo yo, es un reto particular. Pero conviene no dejar de lado qué arriesga cada quien cuando firma algo. En este caso, es información delicada. Y está trabajada con solvencia y con responsabilidad.
ResponderEliminarMe encantó, está muy bien escrita. Además de la información y de las cifras, retrata personas. El detalle del cabello, los gustos musicales, la crónica está llena de estas cuestiones que dicen muchísimo. Creo es un buen ejemplo del show don't tell. Desde el principio se muestra que está pensada, me gustó mucho que vaya hacia atrás en el tiempo y el final es perfecto. Coincido con Vale, en que está trabajada con responsabilidad y buen gusto.
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