Perfil de un dolor
En su último libro, Soledad Vallejos construye
el perfil de Susana Trimarco, la mujer tucumana que desde la desaparición de su
hija Marita se convirtió en la cara visible de la lucha contra la trata con
fines de explotación sexual de mujeres, jóvenes y niñas en nuestro país.
Dicen que no hay nada más doloroso que la
muerte de un hijo. Sin embargo ahí están las Madres de Plaza de Mayo para recordar
que la ausencia física puede estar acompañada de una gran incertidumbre. Hace
12 años que Susana Trimarco desconoce el paradero de su hija, aunque tiene
algunas pistas sobre qué le sucedió: María de los Ángeles Verón fue secuestrada
para obligarla a ejercer la prostitución. Marita es una desaparecida en
democracia, una de las víctimas de la trata de personas con fines de
explotación sexual en Argentina.
¿Cómo
se vive en la piel el hecho de pasar de ser una mujer común y corriente, un ama
de casa como tantas otras, a un símbolo de lucha? Este es el interrogante
abordado por Soledad Vallejos en Trimarco.
La mujer que lucha por todas las mujeres, donde construye el perfil de
quien logró que la trata de personas se instale en la agenda mediática,
política y social.
En diciembre último, la Corte Suprema Tucumana
revocó el fallo que un año antes había absuelto a todos los acusados. El 9 de
abril, los medios informaron de las penas otorgadas a diez de los condenados. La
historia de Susana y la búsqueda de su hija Marita han ocupado cientos de
páginas de diarios y de minutos de aire en radios y noticieros. Además, inspiraron Vidas Robadas, telenovela que Telefé transmitió en 2008, donde Trimarco
asesoró a los guionistas Marcelo Camaño y Guillermo Salmerón. Existe también un
documental sobre el caso, Fragmentos de
una búsqueda, estrenado en 2009, producido por Eduardo Aliverti y dirigido
por Pablo Milstein y Norberto Ludin.
Vallejos
se acercó al caso Verón cuando le tocó cubrirlo para
el diario Página12 . Según declaró en
diversas entrevistas, desde el primer momento el de Susana Trimarco le pareció
un personaje atractivo. La periodista no es ninguna novata en retratar a grandes mujeres: tiene en su haber
las biografías de las escritoras Silvina Ocampo, Virginia Woolf, Colette y
George Sand, a las que se suma la de Amalia Fortabat, publicada en 2012, en
coautoría con Marina Abiuso.
El libro comienza en la niñez de la
protagonista y se extiende hasta el final del juicio por la desaparición de
Marita en diciembre de 2012. El primer escenario es el pueblo tucumano de Bella
Vista, donde Sara Susana del Valle Trimarco (o “la Marilín”, como la llamaban
por su parecido con la Monroe) fue criada en lo que se constituiría como un clan
matriarcal. “Lo que yo sé hacer es porque ella me lo enseñó”, dice la nieta
refiriéndose a María Susana Bounnar, la matriarca. Difícil ignorar las
similitudes entre las historias de vida de ambas mujeres, cabezas de familia,
asumiendo la crianza de sus nietas.
El único
momento en que la periodista recurre a herramientas de la ficción es en la
narración de las escenas y anécdotas que preceden cada capítulo. Para plantear
el contexto, utiliza archivo periodístico y judicial, pero el material más
valioso son los testimonios reunidos de quienes conforman el círculo íntimo de
Trimarco. Entre esas voces hay: familiares,
amigas de Marita, periodistas, las y los
abogados del caso; personal de la Fundación María de los Ángeles Verón –incluyendo
a mujeres rescatadas de las redes de trata– e integrantes del selecto grupo de la
policía tucumana que participaron en las primeras búsquedas, quienes lidiaron
desde adentro con la complicidad policial en el negocio de la trata.
De esta manera, Vallejos revela con eficacia
las diferentes aristas que conforman una sola Susana: la madre, la esposa, la
suegra, la abuela, la amiga. La que conoce de memoria los pasillos del palacio
de Justicia y los Ministerios, la que carga un martillo en la cartera para
golpear las puertas de los despachos al agotarse la fuerza de sus puños, la que
dejó de llorar frente a las cámaras por consejo de una de las chicas
rescatadas, la que se hizo pasar por proxeneta para averiguar el paradero de su
hija, la presidenta de una Fundación, la mujer coraje premiada en Washington,
la creyente que organiza una misa para cada cumpleaños de Marita; el blanco de
las acusaciones de un sector de la sociedad tucumana que afirma que es una
fabuladora e impostora, corporizando aquello de que nadie es profeta en su
tierra. Pero sobre todo, el texto humaniza a la mujer que lucha por recuperar a
su hija y por todas las mujeres.
Paula Rey
Susana Trimarco pudo haber confiado en que la policía encontraría a su
hija, o hacerse a un lado mientras su esposo buscaba. Pero no, se enfrentó a la
mafia de la trata de personas. Soledad Vallejos cuenta su historia.
–¿Cómo que entraste en un allanamiento y
dejaste a Mica durmiendo en el asiento de atrás?-se asombraba Camaño.
–Y sí. Tenía que entrar.
–¿Y si la nena se ponía a llorar?
–Yo bajaba con la nena en brazos. Hice cosas
que hoy las podemos ver y entender la magnitud. Pero en ese momento estaba
sola. Por ahí mi marido estaba buscando en otro prostíbulo, en otro lado, y yo
tenía que estar ahí. Al principio nadie nos ayudaba, Marcelo.
Su apellido no
es Flores, no es Bello, no es Trinidad, no es Paz. Es Trimarco. Se llama Susana
Trimarco, la mujer que remueve cielo y tierra por encontrar a su hija
secuestrada. Nombre y causa que instauró
la trata de personas en la agenda mediática. Hasta ese entonces, de eso mucho
no se hablaba. Soledad Vallejos, en Trimarco,
la mujer que lucha por todas las mujeres, cuenta por qué tenía que ser
ella.
A cada
capítulo le antecede una crónica con escenas determinantes en el desarrollo de
la historia. Los instantes previos al juicio, el allanamiento de un prostíbulo,
la sesión de fotos en el lujoso Hotel Alvear con los personajes del año para la
tapa de la revista Gente. El libro comienza
con lo que podría ser catalogado como un cuento policial y termina con un
batallón de bibliografía que despeja
toda duda. Realmente pasó.
En Trimarco es posible olvidarse del
narrador y esto resulta una elección acertada. Lo único que importa es contar
la historia. Vallejos describe cómo La
Marilyn se transformó en Trimarco. En su juventud tucumana, a Susana le
decían así por su gran parecido a la actriz de Hollywood. Criada por su abuela
en el seno de un clan matriarcal, Susana
Trimarco “fue la primera hija del
matrimonio, la primera nieta, la primera niña en una familia que puertas afuera
parecía dominada por varones, pero que, en realidad, era regida con mano firme
por la matrona Bounnar (...). Nadie salía ni entraba sin que ella lo supiera;
ninguno de sus hijos podía hablar con amigos que ella no aprobara, ni salir a
pasear en un momento cualquiera y porque sí”. Su abuela, la matrona
Bounnar, constituyó la principal referencia femenina en su vida e influyó en su
concepción de la mujer. Cuando Marita quedó embarazada tenía 19 años y con
David, su novio, apenas conseguían dinero con changas, “Trimarco dijo que recriminó seriamente a David: –Ponete las pilas.
Tenés que buscar un trabajo sólido”.
Luego de la
desaparición de Marita, Susana mantuvo un espíritu incansable, pero también fue
astuta. No se peleó con los políticos de turno, los utilizó para su causa.
Vallejos refleja su conversación con Néstor Kirchner: “Cuando usted me necesite para un acto, para lo que sea me avisa y yo
voy. ‘No, Susana’ me dice. ‘Con el dolor de las madres no se hace política’.
También supo utilizar a los medios: “Trimarco
un día se había sentado con el teléfono y su agenda ante ella. Llamó a la
actriz Soledad Silveyra (quien había protagonizado la telenovela Vidas Robadas, una ficción inspirada en
el Caso Verón) para pedirle que la
acompañara cuando comenzara a declarar. –Necesito que des notas, que los medios
presten atención al juicio- le explicó.”
El primer
juicio no tuvo un final justo: los imputados fueron absueltos a pesar de los
testimonios de las víctimas que Trimarco había rescatado. Luego del fallo,
consoló a su familia: “Quedate tranquilo,
que están los abogados viendo las cosas, cómo van a hacer, es impresionante la
cantidad de medios que hay acá. Esto no queda así”. No quedó así: en
diciembre de 2013 el fallo fue revocado y el 8 de abril del 2014 los acusados
fueron condenados.
Vallejos
contextualiza. Nos explica por qué Trimarco se transformó en Trimarco. Si
hubiese sido el reflejo de una familia tradicional patriarcal, probablemente no
hubiese hecho lo que hizo. Trimarco no acepta excusas ni espera sentada que la
policía encuentre a Marita, ni que los hombres hagan el trabajo. Se metió en
prostíbulos, se enfrentó con la mafia y luchó por crear
una fundación contra la trata de personas. Soledad Vallejos lo cuenta: Marita
Verón es una víctima, Susana Trimarco no.
Florencia Nieto
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