lunes, 5 de mayo de 2014

Trimarco por dos

                     
                                    
                             
                                                            Perfil de un dolor

En su último libro, Soledad Vallejos construye el perfil de Susana Trimarco, la mujer tucumana que desde la desaparición de su hija Marita se convirtió en la cara visible de la lucha contra la trata con fines de explotación sexual de mujeres, jóvenes y niñas en nuestro país.
Dicen que no hay nada más doloroso que la muerte de un hijo. Sin embargo ahí están las Madres de Plaza de Mayo para recordar que la ausencia física puede estar acompañada de una gran incertidumbre. Hace 12 años que Susana Trimarco desconoce el paradero de su hija, aunque tiene algunas pistas sobre qué le sucedió: María de los Ángeles Verón fue secuestrada para obligarla a ejercer la prostitución. Marita es una desaparecida en democracia, una de las víctimas de la trata de personas con fines de explotación sexual en Argentina.
                ¿Cómo se vive en la piel el hecho de pasar de ser una mujer común y corriente, un ama de casa como tantas otras, a un símbolo de lucha? Este es el interrogante abordado por Soledad Vallejos en Trimarco. La mujer que lucha por todas las mujeres, donde construye el perfil de quien logró que la trata de personas se instale en la agenda mediática, política y social.
En diciembre último, la Corte Suprema Tucumana revocó el fallo que un año antes había absuelto a todos los acusados. El 9 de abril, los medios informaron de las penas otorgadas a diez de los condenados. La historia de Susana y la búsqueda de su hija Marita han ocupado cientos de páginas de diarios y de minutos de aire en radios y noticieros.  Además, inspiraron Vidas Robadas, telenovela que Telefé transmitió en 2008, donde Trimarco asesoró a los guionistas Marcelo Camaño y Guillermo Salmerón. Existe también un documental sobre el caso, Fragmentos de una búsqueda, estrenado en 2009, producido por Eduardo Aliverti y dirigido por Pablo Milstein y Norberto Ludin.
                Vallejos se acercó al caso Verón cuando le tocó cubrirlo para el diario Página12 . Según declaró en diversas entrevistas, desde el primer momento el de Susana Trimarco le pareció un personaje atractivo. La periodista no es ninguna novata en  retratar a grandes mujeres: tiene en su haber las biografías de las escritoras Silvina Ocampo, Virginia Woolf, Colette y George Sand, a las que se suma la de Amalia Fortabat, publicada en 2012, en coautoría con Marina Abiuso.
                El libro comienza en la niñez de la protagonista y se extiende hasta el final del juicio por la desaparición de Marita en diciembre de 2012. El primer escenario es el pueblo tucumano de Bella Vista, donde Sara Susana del Valle Trimarco (o “la Marilín”, como la llamaban por su parecido con la Monroe) fue criada en lo que se constituiría como un clan matriarcal. “Lo que yo sé hacer es porque ella me lo enseñó”, dice la nieta refiriéndose a María Susana Bounnar, la matriarca. Difícil ignorar las similitudes entre las historias de vida de ambas mujeres, cabezas de familia, asumiendo la crianza de sus nietas. 
 El único momento en que la periodista recurre a herramientas de la ficción es en la narración de las escenas y anécdotas que preceden cada capítulo. Para plantear el contexto, utiliza archivo periodístico y judicial, pero el material más valioso son los testimonios reunidos de quienes conforman el círculo íntimo de Trimarco. Entre esas voces hay:  familiares, amigas de Marita, periodistas,  las y los abogados del caso; personal de la Fundación María de los Ángeles Verón –incluyendo a mujeres rescatadas de las redes de trata– e integrantes del selecto grupo de la policía tucumana que participaron en las primeras búsquedas, quienes lidiaron desde adentro con la complicidad policial en el negocio de la trata.

De esta manera, Vallejos revela con eficacia las diferentes aristas que conforman una sola Susana: la madre, la esposa, la suegra, la abuela, la amiga. La que conoce de memoria los pasillos del palacio de Justicia y los Ministerios, la que carga un martillo en la cartera para golpear las puertas de los despachos al agotarse la fuerza de sus puños, la que dejó de llorar frente a las cámaras por consejo de una de las chicas rescatadas, la que se hizo pasar por proxeneta para averiguar el paradero de su hija, la presidenta de una Fundación, la mujer coraje premiada en Washington, la creyente que organiza una misa para cada cumpleaños de Marita; el blanco de las acusaciones de un sector de la sociedad tucumana que afirma que es una fabuladora e impostora, corporizando aquello de que nadie es profeta en su tierra. Pero sobre todo, el texto humaniza a la mujer que lucha por recuperar a su hija y por todas las mujeres. 

                                                                                                Paula Rey 


Trimarco, tenía que ser

Susana Trimarco pudo haber confiado en que la policía encontraría a su hija, o hacerse a un lado mientras su esposo buscaba. Pero no, se enfrentó a la mafia de la trata de personas. Soledad Vallejos cuenta su historia.

–¿Cómo que entraste en un allanamiento y dejaste a Mica durmiendo en el asiento de atrás?-se asombraba Camaño.
–Y sí. Tenía que entrar.
–¿Y si la nena se ponía a llorar?
–Yo bajaba con la nena en brazos. Hice cosas que hoy las podemos ver y entender la magnitud. Pero en ese momento estaba sola. Por ahí mi marido estaba buscando en otro prostíbulo, en otro lado, y yo tenía que estar ahí. Al principio nadie nos ayudaba, Marcelo.

Su apellido no es Flores, no es Bello, no es Trinidad, no es Paz. Es Trimarco. Se llama Susana Trimarco, la mujer que remueve cielo y tierra por encontrar a su hija secuestrada. Nombre y causa que  instauró la trata de personas en la agenda mediática. Hasta ese entonces, de eso mucho no se hablaba. Soledad Vallejos, en Trimarco, la mujer que lucha por todas las mujeres, cuenta por qué tenía que ser ella.

A cada capítulo le antecede una crónica con escenas determinantes en el desarrollo de la historia. Los instantes previos al juicio, el allanamiento de un prostíbulo, la sesión de fotos en el lujoso Hotel Alvear con los personajes del año para la tapa de la revista Gente. El libro comienza con lo que podría ser catalogado como un cuento policial y termina con un batallón de bibliografía  que despeja toda duda. Realmente pasó.

En Trimarco es posible olvidarse del narrador y esto resulta una elección acertada. Lo único que importa es contar la historia. Vallejos describe cómo La Marilyn se transformó en Trimarco. En su juventud tucumana, a Susana le decían así por su gran parecido a la actriz de Hollywood. Criada por su abuela en el seno de un clan matriarcal, Susana Trimarco “fue la primera hija del matrimonio, la primera nieta, la primera niña en una familia que puertas afuera parecía dominada por varones, pero que, en realidad, era regida con mano firme por la matrona Bounnar (...). Nadie salía ni entraba sin que ella lo supiera; ninguno de sus hijos podía hablar con amigos que ella no aprobara, ni salir a pasear en un momento cualquiera y porque sí”. Su abuela, la matrona Bounnar, constituyó la principal referencia femenina en su vida e influyó en su concepción de la mujer. Cuando Marita quedó embarazada tenía 19 años y con David, su novio, apenas conseguían dinero con changas, “Trimarco dijo que recriminó seriamente a David: –Ponete las pilas. Tenés que buscar un trabajo sólido”.

Luego de la desaparición de Marita, Susana mantuvo un espíritu incansable, pero también fue astuta. No se peleó con los políticos de turno, los utilizó para su causa. Vallejos refleja su conversación con Néstor Kirchner: “Cuando usted me necesite para un acto, para lo que sea me avisa y yo voy. ‘No, Susana’ me dice. ‘Con el dolor de las madres no se hace política’. También supo utilizar a los medios: “Trimarco un día se había sentado con el teléfono y su agenda ante ella. Llamó a la actriz Soledad Silveyra (quien había protagonizado la telenovela Vidas Robadas, una ficción inspirada en el Caso Verón) para pedirle que la acompañara cuando comenzara a declarar. –Necesito que des notas, que los medios presten atención al juicio- le explicó.”

El primer juicio no tuvo un final justo: los imputados fueron absueltos a pesar de los testimonios de las víctimas que Trimarco había rescatado. Luego del fallo, consoló a su familia: “Quedate tranquilo, que están los abogados viendo las cosas, cómo van a hacer, es impresionante la cantidad de medios que hay acá. Esto no queda así”. No quedó así: en diciembre de 2013 el fallo fue revocado y el 8 de abril del 2014 los acusados fueron condenados.

Vallejos contextualiza. Nos explica por qué Trimarco se transformó en Trimarco. Si hubiese sido el reflejo de una familia tradicional patriarcal, probablemente no hubiese hecho lo que hizo. Trimarco no acepta excusas ni espera sentada que la policía encuentre a Marita, ni que los hombres hagan el trabajo. Se metió en prostíbulos, se enfrentó con la mafia y luchó por crear una fundación contra la trata de personas. Soledad Vallejos lo cuenta: Marita Verón es una víctima, Susana Trimarco no.
                                                                                                
                                                                                                       Florencia Nieto 

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