Rodolfo Walsh
¿Cómo se lee una
“obra”? Hay que preguntarse, cuando se hace frente a libros como El violento oficio de escribir, qué
significa dar cuenta de una “obra”, de un corpus de textos ordenados
cronológicamente. Si, como Barthes y otros han dicho, no hay separación posible
entre la literatura y la vida, la lectura de la compaginación, selección y
notación de los escritos periodísticos de Rodolfo Walsh puede aproximarnos a
una idea sobre cómo fue construida su figura de escritor y militante, o bien
cuáles son los intercambios que un torrente de textos mantienen con una vida.
Tres instancias de lectura, entonces.
Hay una
primera operación a leer aquí: Walsh vuelve sobre lo leído y lo oído, y estas
recensiones y transcripciones —formas de dar cuenta de los discursos de los
otros— constituyen las condiciones inmateriales de la imaginación periodística.
Si el libro inicia con aquellos primeros comentarios sobre la literatura de
Ambrose Bierce y cierra con la “Carta abierta”, esa magnífica yuxtaposición de
datos y evidencias apabullantes sobre el nefasto saldo del primer año del
gobierno de Videla, lo que hace la obra es exhibir una sensibilidad frente al
recurso del testimonio. Es lo que aparece también en las voces de los hombres y
mujeres de las crónicas de Walsh sobre el noreste argentino, y en el
desciframiento de los mensajes en código que el Departamento de Estado
norteamericano enviaba a sus embajadas en América Latina.
Por otro lado,
la obra periodística de Walsh parece dar forma a un insospechado (anti)manual
de periodismo. Sin caer en la tentación de establecer una división entre textos
“políticos” y textos “de interés general”, lo que Daniel Link, editor de la
obra, pone en juego es un particularísimo proyecto de escritura en el que el
autor de Operación Masacre recorre
los géneros del periodismo con fascinación y destreza en partes iguales. La
explosión del Hindenburg, la historia de un chico de Montevideo que escribe
poesía desde los seis años, y la postulación delirante de un lenguaje universal
codificado no aparecen a modo de artículos “de color”. En ellos Walsh parece
afirmar la misma búsqueda de concisión narrativa y del efecto de realidad
chispeante que aparece, por ejemplo, en ese cuestionario Proust degenerado y
ansioso que le hace al recientemente electo Arturo Frondizi y en los primeros
bosquejos de las crónicas de investigación que lo harán famoso. La originalidad
periodística funciona como un compromiso estético y político frente a aquella
porción de lo real que corre el riesgo de caer en el olvido.
Como tercera
hipótesis, hay que pensar dentro y más allá de ese compromiso con lo real. El violento oficio de escribir es una
compilación de notas, crónicas y artículos publicados pero es también una
suerte de diario –comentado por Daniel Link y sus sólidas introducciones– de un
hombre que empieza a escribir cuando cae el primer peronismo y es arrancado de
la escritura luego del primer año del Proceso. Este diario y los verdaderos
diarios personales de Walsh, también editados por Link en Ese hombre y otros papeles personales, marcan una preocupación por
la “otra obra” de Walsh que escapaba a sus cuentos y novelas testimoniales,
pero de la que estos no dejan de alimentarse. El violento oficio es aquel del
periodista y autor de ficciones policiales que soñaba con ganar el Pulitzer y
escribir en La Nación , pero que
luego prefiere que sus textos lleguen a las masas, el que celebra primero a los
militares golpistas del 55 y luego reivindica al servicio secreto de
inteligencia de Perón que fracasó en ese mismo año.
Este libro es
índice de una vida, pura huella a la que se podría acceder mediante esas tres
hipótesis de lectura: la recensión sobre lo leído y oído, la práctica desde y
contra el periodismo y el diario de vida. María Moreno dice de Walsh que sus
textos eliminan la tensión entre ficción y realidad al “intervenir en lo real,
haciendo de la escritura un acto, al darle la posibilidad de modificar las
condiciones de aquello que denunciaba.” Y lo que hay de potente en este Walsh
periodista se encuentra en el modo en que la literatura –que no se debate entre
compromiso político o compromiso estético pues comprende el carácter
fantástico, misterioso y siniestro de la realidad– se hace cargo de los
contextos vivos, en que los personajes adquieren relieves precisos y firmes, y
sus voces se hacen cargo de sus experiencias.
Fernando Ojam
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarMuy bueno! Justo terminé de leer los textos de ficción de Walsh y estoy por empezar con su obra periodística. Este libro promete mucho, gracias por la crítica.
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