La de Valeria Tentoni, Duraznos sangrantes, acá.
La feroz realidad
¿Por
qué leer un libro sobre un bailarín de malambo poco conocido? ¿A quién le
interesa la vida de un hombre común, ni tan pobre ni tan rico? Preguntas como estas se hizo la periodista y
escritora argentina Leila Guerriero a medida que escribía su reciente y cuarto libro
publicado por Anagrama. La respuesta quizás está en la belleza del relato. Una
historia llena de clima, tensión, potencia y suspenso que logra transportar al
lector a un mundo desconocido pero sobre todo real.
Una historia sencilla
es una crónica de largo aliento que comienza con la frase: "Ésta es la historia de un hombre que participó en una competencia
de baile." Luego del punto y aparte la autora explica cómo es Laborde, un pueblo de 6 mil habitantes en el
sur de Córdoba, qué es el malambo, quiénes lo bailan y qué significa para los participantes ganar el
festival que desde 1966 allí se realiza. "Ser
campeón de Laborde es, al mismo tiempo, la cúspide y el fin" escribe
cuando la autora se entera que los ganadores, en un pacto tácito, jamás podrán
volver a competir en ningún otro festival. "En enero de 2011 fui a ese pueblo con la idea-simple-de contar la
historia de un festival y tratar de entender por qué esta gente quería hacer
tamaña cosa: alzarse para sucumbir."
El
libro está escrito en primera persona, con una prosa clara pero colmada de sutilezas.
La cronista, considerada una de las mejores en Latinoamérica, describe la
primera vez que vio bailar al que será el personaje principal de su historia,
Rodolfo González Alcántara, y lo hace así: "
El primer movimiento de las piernas hizo que el cribo se agitara como una
criatura blanda mecida bajo el agua. Después, durante cuatro minutos cincuenta
y dos segundos, hizo crujir la noche bajo su puño. Él era el campo, era la
tierra seca, era el horizonte tenso de la pampa, era el olor de los caballos,
era el sonido del cielo del verano, era el zumbido de la soledad, era la furia
(...)."
Desde
el lugar de una narradora testigo confidente, Guerriero intenta comprender a
medida que va transcurriendo el relato, un mundo desconocido y complejo para
ella; un mundo que la deslumbra y que con palabras intenta organizar y
comprender. Una historia sencilla es
el resultado de un trabajo riguroso y exhaustivo de investigación periodística
que obligó a la autora a pasar tres años siguiendo y acompañando a Rodolfo
González Alcántara en el festival, en su casa, en un bar. Entrevistó a sus padres, a sus amigos, a su pareja. Lo
vio sufrir, llorar, se metió en su
camarín, lo escuchó rezar. Conoció sus miserias y sus logros. Estuvo con él
antes, durante y después que el bailarín se convirtiera en la persona que es
hoy. Quiso saberlo todo y cuando lo supo escribió
esta novela de no ficción o “novela verdadera”, como dijo Ricardo Piglia en la presentación del libro.
Ver para entender. "He
aquí un hombre al que la vida le ha cambiado para siempre."
se lee en las últimas páginas. Y con esa frase la autora nos dice por qué esta
no es solo una historia sencilla sino un retrato del espíritu de sacrificio,
esperanza y superación.
Camila Bretón
Una historia difícil de contar
Hay
historias de ficción, de no ficción, de todos los temas posibles, de lugares
habitados o deshabitados, de amores y de odios; todas ellas conforman el
universo del lenguaje. Algunas son más
complejas que otras, como la de Rodolfo González Alcántara, un hombre que
participó en el Festival Nacional del Malambo, un evento que además de
permanecer en el anonimato, otorga a sus campeones un singular premio.
Ésta
es la reseña de un libro que narra una historia difícil de contar: la de un
hombre real y común.
Hay quienes se pasan la vida encerrados en sus
mundos tratando de encontrar hechos complicados, fantásticos o inigualables; pero
también hay quienes salen de sus burbujas a buscar historias reales, de carne y
hueso, esas que hacen poner los pelos de punta, que llevan a reír a carcajadas,
que originan lágrimas, que evocan sentimientos, pensamientos, deseos, y que
aunque pueden parecer ser sencillas, tal vez son las más difíciles de contar.
Las historias que emocionan están por todas partes:
en los medios de comunicación, en la calle, en el trabajo, en los conocidos y
en los desconocidos. El punto está en observar más allá de lo que se ve a simple vista, así se encuentra lo que
vale la pena mostrar.
Y si a la observación se le mezcla curiosidad,
pasión, investigación y ganas de narrar, el resultado es Una historia sencilla, el último libro de la periodista Leila
Guerriero, quien luego de “dos largos años” de tener una cita pendiente con el
Festival Nacional del Malambo (cita que ella misma se puso desde que leyó en el diario La
Nación la nota “Los atletas del folklore ya están listos”, de Gabriel
Plaza), recorrió quinientos
kilómetros desde Buenos Aires hasta el sudeste de la provincia de Córdoba,
donde está Laborde: “La Capital Nacional del Malambo”, para encontrarse con la
que sería una de las historias más difíciles que ha escrito.
Un cúmulo de experiencias, tradiciones, valores, de
elementos tangibles e intangibles esperaban por alguien que se atreviera a
reconocerlos, recolectarlos y narrarlos. Esa fue la oportunidad que Guerriero
aprovechó, y lo que sería una crónica para una revista (idea con la cual llegó
a Laborde en el verano de 2011), se transformó en el libro que habla sobre
niños vestidos de gauchos, paisanas con el cabello trenzado, hombres que
mantienen viva la tradición del malambo, un baile “absolutamente simétrico en
una estructura humana que es lógicamente asimétrica”, y de todo lo demás que
gira en torno a su personaje principal: Rodolfo González Alcántara, un bailarín
que arriba del escenario con su zapateo la dejó “muda” y un hombre común que
con su lucha por “tener una vida mejor” la cautivó.
Entonces, ¿cómo hacer de la historia de un hombre
común algo único, algo universal? Sencillo: valiéndose de la humanidad de un
protagonista que lucha constantemente por alcanzar una meta. Esto es algo que
la autora tiene claro, en especial, por su interés sobre las “cosas que nadie
está mirando”, tal como le confirmó a Matías Méndez, en una entrevista para
Infobae. Así, con una serie de interrogantes (escritos en primera persona como
el resto del libro), Guerriero se pregunta y lleva al lector a preguntarse: “¿Nos
interesa leer historias de la gente como Rodolfo? ¿Gente que cree que la
familia es algo bueno, que la bondad y Dios existen? ¿Nos interesa la pobreza
cuando no es miseria extrema, cuando no rima con violencia, cuando está exenta
de la brutalidad con que nos gusta verla –leerla– revestida?”
Al parecer sí interesan esas historias y no solo en
Argentina, donde se originó la narración sobre Rodolfo y su malambo, sino
también en España, país en el que está instalada Anagrama, la editorial que
publicó este libro; en Colombia, un lugar en el cual los relatos de gente común
podrían opacar los rastros que deja la guerra, y hasta en Estados Unidos, donde
David Lynch sorprendió con la película basada en hechos reales, que cuenta la
aventura de un hombre de 73 años que tenía un objetivo claro: volver a ver a su
hermano. Esta es The Straight Story o
Una historia sencilla (en Latinoamérica),
filme del cual Guerriero confiesa que tomó el nombre para su obra, porque es en
ellas “donde no pasa absolutamente nada y sin embargo pasa absolutamente todo”.
Es por eso, que Leila Guerriero con su capacidad de
observar con atención hasta el más mínimo detalle, de “soportar la emoción del
otro”, de mezclarse entre los personajes para obtener pequeños relatos que
nutren su historia y de anotar todo lo que la mente pueda olvidar o confundir,
construye un texto que muestra a través de diálogos, comparaciones, datos,
anécdotas suyas y ajenas, las situaciones que atraviesan hombres como Gonzalo
Molina “El Pony”, Sebastián Sayago, Ariel Pérez y
sobre todo Rodolfo González Alcántara, para competir en un Festival que mezcla
el folklore con la competencia, convierte a los participantes en “aspirantes”,
y como premio entrega “el prestigio y la reverencia, la consagración y el
respeto, el realce y la honra de ser uno de los mejores entre los pocos capaces
de bailar esa danza asesina”, que cuando se gana es “al mismo tiempo, la
cúspide y el fin”.
Susana Avendaño Lopera
De la primera me gustó que refiere en ella al estilo de Guerriero con citas directas, es decir que está atenta sobre todo a lo formal (aunque no deje de situar espacial, social y temporalmente la historia). No es una reseña tecnicista, evita el fichero.
ResponderEliminarEn la segunda, la atención está puesta en lo que parece ser el espíritu del libro: la curiosidad periodística, el desafío del oficio por buscar historias interesantes donde aparentemente no las hay, en la llanura de las historias de vida de la gente corriente. De esta segunda me gustó también que enmarque su visión con referencias a entrevistas dadas por la autora o pistas sobre el devenir del título.
Lo bueno es que -aún poniendo el enfoque en aspectos distintos- me parece que ambas visiones no solo son válidas sino que se complementan.
En realidad son tres: fijate con atención. La primera es de la compañera Valeria Tentoni y está linkeada.
ResponderEliminarMe gustaron mucho las tres y creo que coinciden en tomar una historia que podría considerarse mínima o pasar desapercibida -por los medios claro, porque desde ahí se construyen los parámetros de relevancia social-.
ResponderEliminarFue genial leer las tres de corrido y que no haya una intención de unificar el formato, cada una tiene su propio estilo y coincido con que se complementan.
Muchas veces las cosas sorprendentes estan en los lugares menos esperados y en las situaciones inesperadas. Muchas veces solo basta con abrir los ojos, estar atentos y encontrar un enfoque inteligente.
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