jueves, 15 de mayo de 2014

Walsh: lo real y lo literario

                                                                                                        Rodolfo Walsh

¿Cómo se lee una “obra”? Hay que preguntarse, cuando se hace frente a libros como El violento oficio de escribir, qué significa dar cuenta de una “obra”, de un corpus de textos ordenados cronológicamente. Si, como Barthes y otros han dicho, no hay separación posible entre la literatura y la vida, la lectura de la compaginación, selección y notación de los escritos periodísticos de Rodolfo Walsh puede aproximarnos a una idea sobre cómo fue construida su figura de escritor y militante, o bien cuáles son los intercambios que un torrente de textos mantienen con una vida. Tres instancias de lectura, entonces.
Hay una primera operación a leer aquí: Walsh vuelve sobre lo leído y lo oído, y estas recensiones y transcripciones —formas de dar cuenta de los discursos de los otros— constituyen las condiciones inmateriales de la imaginación periodística. Si el libro inicia con aquellos primeros comentarios sobre la literatura de Ambrose Bierce y cierra con la “Carta abierta”, esa magnífica yuxtaposición de datos y evidencias apabullantes sobre el nefasto saldo del primer año del gobierno de Videla, lo que hace la obra es exhibir una sensibilidad frente al recurso del testimonio. Es lo que aparece también en las voces de los hombres y mujeres de las crónicas de Walsh sobre el noreste argentino, y en el desciframiento de los mensajes en código que el Departamento de Estado norteamericano enviaba a sus embajadas en América Latina.
Por otro lado, la obra periodística de Walsh parece dar forma a un insospechado (anti)manual de periodismo. Sin caer en la tentación de establecer una división entre textos “políticos” y textos “de interés general”, lo que Daniel Link, editor de la obra, pone en juego es un particularísimo proyecto de escritura en el que el autor de Operación Masacre recorre los géneros del periodismo con fascinación y destreza en partes iguales. La explosión del Hindenburg, la historia de un chico de Montevideo que escribe poesía desde los seis años, y la postulación delirante de un lenguaje universal codificado no aparecen a modo de artículos “de color”. En ellos Walsh parece afirmar la misma búsqueda de concisión narrativa y del efecto de realidad chispeante que aparece, por ejemplo, en ese cuestionario Proust degenerado y ansioso que le hace al recientemente electo Arturo Frondizi y en los primeros bosquejos de las crónicas de investigación que lo harán famoso. La originalidad periodística funciona como un compromiso estético y político frente a aquella porción de lo real que corre el riesgo de caer en el olvido.
Como tercera hipótesis, hay que pensar dentro y más allá de ese compromiso con lo real. El violento oficio de escribir es una compilación de notas, crónicas y artículos publicados pero es también una suerte de diario –comentado por Daniel Link y sus sólidas introducciones– de un hombre que empieza a escribir cuando cae el primer peronismo y es arrancado de la escritura luego del primer año del Proceso. Este diario y los verdaderos diarios personales de Walsh, también editados por Link en Ese hombre y otros papeles personales, marcan una preocupación por la “otra obra” de Walsh que escapaba a sus cuentos y novelas testimoniales, pero de la que estos no dejan de alimentarse. El violento oficio es aquel del periodista y autor de ficciones policiales que soñaba con ganar el Pulitzer y escribir en La Nación, pero que luego prefiere que sus textos lleguen a las masas, el que celebra primero a los militares golpistas del 55 y luego reivindica al servicio secreto de inteligencia de Perón que fracasó en ese mismo año.

Este libro es índice de una vida, pura huella a la que se podría acceder mediante esas tres hipótesis de lectura: la recensión sobre lo leído y oído, la práctica desde y contra el periodismo y el diario de vida. María Moreno dice de Walsh que sus textos eliminan la tensión entre ficción y realidad al “intervenir en lo real, haciendo de la escritura un acto, al darle la posibilidad de modificar las condiciones de aquello que denunciaba.” Y lo que hay de potente en este Walsh periodista se encuentra en el modo en que la literatura –que no se debate entre compromiso político o compromiso estético pues comprende el carácter fantástico, misterioso y siniestro de la realidad– se hace cargo de los contextos vivos, en que los personajes adquieren relieves precisos y firmes, y sus voces se hacen cargo de sus experiencias.
                                                                                        Fernando Ojam

2 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. Muy bueno! Justo terminé de leer los textos de ficción de Walsh y estoy por empezar con su obra periodística. Este libro promete mucho, gracias por la crítica.

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